Pastoral Penitenciaria advierte graves carencias en las cárceles del país y urge una estrategia nacional de justicia restaurativa
El Coordinador Nacional de la Pastoral Carcelaria, P. Ricardo Giavarini, alertó sobre la crítica situación que enfrentan las personas privadas de libertad en Bolivia y la urgente necesidad de una transformación estructural que permita un abordaje integral, humano y restaurativo del sistema penitenciario.
Durante su visita a Cochabamba, el sacerdote expuso que los centros de reclusión del país arrastran problemas profundos y multidimensionales que afectan la dignidad de miles de internos. “Hay muchos problemas y muchas urgencias: hacinamiento, falta de servicios básicos, corrupción en el sistema judicial, abandono familiar y una grave ausencia de políticas para el acompañamiento post penitenciario”, señaló.
“La reclusión no es exclusión”
El P. Giavarini recordó que, siguiendo las enseñanzas del Papa Francisco, la Pastoral Penitenciaria debe promover una visión humanizadora: “La reclusión no debe significar exclusión. La cárcel debe ser un tiempo de reflexión, de recuperación y de creación de nuevas oportunidades”.
Sin embargo, lamentó que muchos internos, al recuperar su libertad, se encuentran con todas las puertas cerradas: sin acceso a empleo, con fuertes prejuicios sociales y sin redes de apoyo que permitan su reinserción.
“Es imprescindible trabajar para que quienes salen de la cárcel encuentren un ambiente favorable que les permita reconstruir sus vidas”, enfatizó.
De la justicia retributiva a la justicia restaurativa
El Coordinador Nacional subrayó la necesidad de cambiar el enfoque dominante de castigo y aislamiento hacia una justicia restaurativa, que promueva: responsabilidad personal, reparación del daño, educación, trabajo productivo, encuentro y reconciliación, cuando sea posible y participación activa de la sociedad civil. “Se debe usar el tiempo en prisión no para alimentar la rabia o el ocio, sino para estudiar, trabajar y aprender a convivir pacíficamente”, añadió.
Como ejemplo, mencionó el Centro de Jóvenes Calaúma (La Paz), donde se desarrollan programas educativos, talleres de formación, fases sucesionales y un acompañamiento multidisciplinario. Allí, incluso los policías reciben capacitación para adoptar un rol educativo y no solo punitivo.
Necesidad de una estrategia nacional y articulada
El sacerdote insistió en que el país debe avanzar hacia una estrategia nacional de abordaje penitenciario, que incluya: una oficina central de coordinación, formación de voluntarios y agentes pastorales, material educativo y de sensibilización, programas de acogida para pospenitenciarios, políticas públicas orientadas a nuevas oportunidades, trabajo conjunto con el Estado y la sociedad civil. “No puede recaer solo en unas cuantas instituciones. Tiene que existir una red que articule al Estado, la Iglesia, organizaciones sociales y la sociedad civil”, remarcó.
P. Giavarini también destacó la importancia de la prevención, especialmente entre jóvenes. Explicó que, en el caso de Calaúma, los principales delitos registrados son: consumo y tráfico de droga, violencia sexual, robos, homicidios y otros delitos diversos. Esto, afirmó, evidencia la necesidad de trabajar de manera más profunda y constante temas como: afectividad y educación emocional, valores humanos y cristianos, buen trato, toma de decisiones responsables y discernimiento frente a la violencia, las drogas y el contrabando.
“Los medios de comunicación, la escuela, la familia y la Iglesia deben unirse para educar mejor a nuestros jóvenes, que muchas veces buscan soluciones fáciles sin valorar la dignidad de la vida”, advirtió.
Para concluir, el sacerdote recordó que cualquier persona puede caer en una situación de privación de libertad: “En las cárceles también hay catequistas, sacerdotes y personas profundamente ligadas a la Iglesia. La vida es frágil y todos necesitamos misericordia”.
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