Mons. Iván Vargas invita a los jóvenes confirmandos a vivir con madurez cristiana bajo la fuerza del Espíritu Santo
En una emotiva celebración realizada en el Santuario de la Virgen de Urcupiña, Mons. Iván Vargas, Obispo Auxiliar de Cochabamba y Rector del Santuario, presidió la Eucaristía en la que un numeroso grupo de jóvenes recibió el Sacramento de la Confirmación. Durante su homilía, el prelado dirigió un mensaje cercano, profundo y orientado a fortalecer la fe de los nuevos confirmados y de sus familias.
Mons. Vargas inició expresando un afectuoso saludo a los jóvenes, a sus padrinos y a sus familias, destacando la importancia del paso que estaban dando. Recordó que la Confirmación es un sacramento de iniciación cristiana que concede madurez espiritual y fortalece la capacidad de los creyentes para caminar como discípulos de Cristo iluminados por el Espíritu Santo.
“El Espíritu Santo nos impulsa a profesar nuestra fe”, afirmó el obispo, invitando a los jóvenes a comprender que creer en Dios no es solo una idea, sino un acto público y consciente que expresa confianza y amor hacia Él. Con un lenguaje sencillo y cercano, comparó esta expresión de fe con el cariño que un hijo demuestra a su madre, gesto que mueve el corazón y suscita un deseo de corresponder.
De la misma manera —explicó— Dios corresponde a quien confía en Él, regalándole su Espíritu. “El Espíritu Santo habitará en ustedes y actuará cambiando su vida y fortaleciéndola”, señaló, convocando a los jóvenes a abrir su corazón a esta presencia transformadora.
Durante un momento de silencio orante, Mons. Vargas invitó a los confirmandos a reflexionar sobre su vida personal: sus sentimientos, sus relaciones familiares, sus experiencias en el colegio y sus dificultades actuales. Les animó a pedir al Espíritu Santo dos dones fundamentales: cambio interior y fortaleza para enfrentar los desafíos propios de la juventud.
“Que el Espíritu Santo cambie su vida y la fortalezca”, rezó junto con ellos, concluyendo este momento comunitario con un profundo y resonante “Amén”.
Finalmente, el obispo agradeció el trabajo de los catequistas e invitó a encender las velas, signo de la luz de Cristo que cada joven está llamado a llevar en su vida y a compartir con los demás.
La celebración concluyó en un ambiente de alegría y esperanza, propio de quienes reciben el don del Espíritu Santo y se comprometen a vivir su fe con renovada convicción.

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