Mons. Oscar Aparicio: “El reinado de Cristo es servicio, entrega y amor hasta la última gota de sangre”
En la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, que marca el cierre del año litúrgico, el Arzobispo de Cochabamba, Mons. Oscar Aparicio, presidió la Eucaristía dominical invitando a los fieles a contemplar el auténtico reinado de Jesucristo: un reinado que no se funda en el poder humano, sino en la entrega total, el servicio y el amor que culminan en la cruz.
Durante su homilía, Mons. Aparicio recordó que el Evangelio de san Lucas —que ha acompañado a la Iglesia a lo largo del año litúrgico— presenta la escena del Calvario como el lugar donde se revela plenamente la realeza de Cristo. Allí, entre dos malhechores, Jesús es proclamado Rey no por la fuerza, sino por su capacidad de amar hasta el extremo.
“Su trono es la cruz y su corona es una corona de sangre, porque ha amado al ser humano hasta la última gota”, subrayó el Arzobispo, señalando que esta entrega total es la clave para comprender la misión de Cristo y el sentido de su reinado eterno.
Un reinado distinto a los de este mundo
Mons. Aparicio explicó que el reinado de Jesús no responde a las expectativas de poder político o dominio humano que muchos tenían en su tiempo. Incluso ante las burlas y provocaciones —“¿No eres tú el Rey de los judíos?”—, Jesús hace silencio, mostrando que su reino “no es de este mundo”, sino un reino que libera, sana y salva a través del amor y el perdón.
El Arzobispo destacó la figura del “buen ladrón”, quien desde su dolor reconoce la inocencia de Cristo y su verdadera grandeza:
“Nosotros pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo”.
Este reconocimiento sincero le hace pronunciar una de las plegarias más bellas del Evangelio: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”.
A lo que Jesús responde con una promesa que ilumina toda esperanza cristiana: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Una invitación a dejar reinar a Cristo en la vida diaria
Mons. Aparicio exhortó a los fieles a dejar que Cristo reine también en la vida concreta: en las familias, la sociedad, la comunidad eclesial y, sobre todo, en el corazón de cada creyente.
“Contribuyamos —dijo— a que el Reino de Dios se instaure en nuestro mundo, en nuestras familias y en nuestra Iglesia”.
El Arzobispo recordó que todos estamos llamados a vivir como peregrinos que avanzan hacia la gloria de Dios, confiados en que “fuimos creados por amor, peregrinamos acompañados por Dios y estamos destinados a participar de su Reino eterno”.
La celebración concluyó con un llamado a renovar el compromiso cristiano y a seguir trabajando para que los valores del Reino —la justicia, la misericordia, el perdón y el amor— transformen la vida cotidiana y el caminar pastoral de la Iglesia local.

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