El Arzobispo de Cochabamba, Mons. Oscar Aparicio, destacó durante su homilía que la solidaridad y el compartir son muy importantes: El pan que podemos tener, hermanos míos, se corrompe, si no lo repartimos mañana o pasado y hasta con moho, dijo.
Los bienes terrenales, temporales, son los
bienes que necesitan estar también a disposición nuestra y de los demás, porque
la solidaridad y el compartir y la fraternidad es importante, porque así
vivimos asegurados también en Dios y no en estos otros bienes. Aunque vendrán,
aunque vendrán, el Evangelio es aquel que pone otra vez la comparación muy
clara y muy evidente, resaltó, la primera autoridad eclesial de Cochabamba.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE
Muy amados
hermanos y hermanas, perciben ustedes, me imagino, que esta palabra que se nos
ha proclamado, que ciertamente es una palabra para seguir al Señor, es el
Maestro, el Señor Jesús, que a través de sus palabras, de sus enseñanzas, nos
va educando para vivir en el mundo cristiano como buenos discípulos misioneros
del Señor. Hoy nos abre el panorama o la perspectiva de una manera, creo, muy
bella. Pone las situaciones en su justo lugar respecto también a lo que es el
ser humano, a lo que está llamado el ser humano y en qué debe apoyarse el ser
humano o en quién debe apoyarse.
La humildad y sencillez
Vean que la
primera lectura ya nos sitúa en una situación concreta de lo que viene ser la
experiencia de cualquier ser humano, reducida o resumida en la historia del
pueblo de Israel. Ellos han aprendido que a través de su pecado, de su
situación de engaño, creyendo que a través del placer, a través de los bienes,
a través del poder, de la fama o de lo que puede ser probablemente los anhelos
del ser humano, no le viene la vida. Creen que de la riqueza de todas estas
cosas, en definitiva, ya tienen garantizada la vida presente y futura y en
cambio es un gran engaño.
Por eso la
deportación, el haber sido llevados al exilio, en realidad les hace tener una
experiencia verdadera de quién es el verdadero apoyo, quién es la verdadera
riqueza y qué fundamental es en humildad y sencillez entrar en este espíritu de
pobre. No tienen ni identidad, no tienen ni país, no tienen ni ejército, no
tienen ni religión porque no tienen ni siquiera el templo, no tienen nada de
nada, se les despoja absolutamente de todo. Y en el exilio aprenden una cosa,
que en humildad y en sencillez o se apoyan en Dios o perecen, porque nada de
aquello otro es garantía de su vida misma.
Hermanos
míos, estamos en primer lugar llamados a esto, a descubrir que a través de
todas estas situaciones de la fama, del poder o de directamente también de
aquello que supuestamente puede dar muchísimo placer o puede construirse
relativamente la vida, vean cuánto engaño, por ejemplo, existe en la
corrupción. Estamos llenos aquí en Bolivia, ¿no es cierto? Es haberse
convencido que a costa de cualquier cosa, incluso del sacrificio de los demás,
vamos a llenar las arcas de dinero, como si eso fuera garantía de qué, garantía
de la vida o a través de algunas situaciones completas que den fácil dinero,
por ejemplo, narcotráfico, sin importar qué, sin importar el mal de los otros,
pero sí llenarse también los bolsillos a cantidades enormes y arriesgando
también la situación en lo que sea, al fin y al cabo, que trae garantía de qué
es aquello. O a veces podemos creer que a través del prestigio, de la fama, de
la belleza, va a venir la vida.
La confianza en Dios
Hermanos,
se acaba, la juventud se acaba, la belleza pasa, la fama dura poco, el poder
también dura poco, las cuentas grandes de banco o no, al fin también se
corroen. Estamos llamados a una experiencia verdadera y real de apoyarnos en
aquello que no es perecedero. El verdadero pobre en el Antiguo Testamento es
aquel que se apoya en su Dios, su seguridad de la vida, de la salud, del poder
incluso pasar a la otra vida porque somos habitantes del cielo, está puesta en
Dios, en la confianza en Dios, que es lo primero.
Después
viene lo segundo, no es que el dinero sea inservible para cubrir necesidades,
pero si lo ponemos como un fin, ahí viene el engaño, ahí viene el engaño,
porque es un medio, es un medio para también poder vivir. Por eso vean que el
Salmo al final después dice, alaba al Señor alma mía, alaba al Señor alma mía.
Pablo nos invita a exactamente lo mismo, a vivir seriamente en cristiano, a que
seamos sabios en nuestra vida de seguimiento al Señor, poniendo las cosas en su
justo lugar.
La solidaridad es importante
El pan que
podemos tener, hermanos míos, se corrompe, si no lo repartimos mañana o pasado
y hasta con moho. Los bienes terrenales, temporales, son los bienes que
necesitan estar también a disposición nuestra y de los demás, porque la
solidaridad y el compartir y la fraternidad es importante, porque así vivimos
asegurados también en Dios y no en estos otros bienes. Aunque vendrán, aunque
vendrán, el Evangelio es aquel que pone otra vez la comparación muy clara y muy
evidente.
Un rico que
tenía todo, que no le faltaba nada y que no compartía propiamente, que un pobre
que en la puerta de este rico pedía limosna. Cuando tienen que ir, se presentan
al Señor, a Dios. Es interesante, porque dice el rico murió y aquel también
llamado Lázaro, pobre, también murió y fue llevado a los ángeles al seno de
Abraham.
El rico y
el pobre murieron y fueron sepultados, que se han llevado a la tumba de los
bienes. El rico, por más que tenga lo que tenga, no ha podido llevar. El pobre,
por más que tenga lo que tenga, tampoco puede llevar.
En morada
de los muertos, en medio de las tormentas, levantó los ojos aquel que era el
rico y vio a Lázaro junto a él. Entonces le dice, Padre Abraham, ten piedad de
mí, envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi
lengua, porque estas llamas me atormentan. Vivir sin Dios es tormentoso, vivir
sin la seguridad de Dios es tormentoso, es propiamente el infierno.
Hijo mío,
respondió Abraham, recuerda que has querido que has recibido tus bienes en vida
y Lázaro, en cambio, recibió males. Ahora él encuentra aquí su consuelo y tú el
tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo.
El que pone su confianza en Dios
Aquí,
hermanos, tampoco nos equivoquemos. No creamos que el pobre de este mundo, que
no tiene ni para comer, va a irle bien después en el cielo. Ya les dijo, le va
a ir mal.
No se trata
de eso, no es una cuestión sociológica ni política. Es la presentación clara y
muy elocuentemente de saber que aquel que pone su confianza en Dios, aquel que
está más predispuesto a poner su confianza en Dios, es el que también gozará de
la gloria de Dios. Aquel que ha habido todo el tiempo en este mundo también
engañado y de ningún modo, ni siquiera siendo solidario, es un abismo enorme
que separa de aquel otro.
Te ruego
entonces, le dice ya que su situación del rico es fatal, vive en tormento. Te
ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo
cinco hermanos. Que los prevenga, no sea que ellos también caigan de ese lugar
de tormentos.
Inteligente,
¿no? Dice, bueno, si yo estoy así, al menos que mis hermanos no pasen, que todo
el otro género humano no pase así. ¿Cuál es la respuesta de Abraham? Tienen a
Moisés y a los profetas, que los escuchen. Los profetas y Moisés ya han dicho
esto y han hablado esto.
Que los
escuchen. Hermanos míos, ¿dónde está el fundamento concreto y real? ¿O
escuchamos a Dios o no lo escuchamos? ¿Vivimos bajo los preceptos de Él o no lo
vivimos? ¿Queremos el Espíritu de Dios, de Jesús o no lo vivimos así? Se nos ha
manifestado qué es lo fundamental, qué es lo necesario y cuál es nuestro
peregrinaje. ¿O escuchamos a Dios y su palabra? ¿Entramos en este camino de un
espíritu del Señor, también en la solidaridad y la fraternidad, partiendo y
repartiendo el pan? ¿O si no de esta manera, hermanos, nuestro camino, que es
en esta tierra, no tendrá una continuidad en el cielo? Porque somos habitantes
del cielo.
Le dice el
rico, no padre Abraham, insisto, si alguno de los muertos va a verlo, se
arrepentirá. Abraham respondió, si no escuchan a Moisés y a los profetas,
aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán. Tú y yo,
¿a quién escuchamos? Tú y yo, ¿a quién queremos seguir? Tú y yo, en este mundo,
¿cómo enfrentamos nuestra vida? ¿En qué nos apoyamos? ¿En quién nos apoyamos?
Tú y yo, ¿partimos el pan? Tú y yo, ¿somos obtusos, es decir, ciegos, a lo que
Dios nos dice o no? ¿Vemos a los hermanos con necesidad? ¿En qué apoyamos
nuestra vida, real y verdaderamente? Yo creo que la palabra de Dios hoy nos pregunta
más que nunca.
Hermanos
míos, respondamos esta pregunta. ¿No nos hará mal? No nos hará mal que después
también del mismo lapso de hoy volvamos a la lectura y nos cuestionemos, nos preguntemos,
¿yo soy este rico Epulón o soy Lázaro? Amén.
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