Y está bien hacernos entonces la pregunta. ¿Qué es lo que me ata? ¿Cuáles son mis riquezas? ¿En quién he puesto mi confianza? ¿Cómo vivo yo mi vida? ¿Soy solidario con los demás? ¿Sólo me construyo a mí mismo? ¿Estoy frustrado? ¿Estoy temeroso?, el Evangelio de hoy nos exhorta a hacernos estas preguntas personalmente, así lo señala Mons. Oscar Aparicio en la alocución de su homilía dominical.
Es imposible, por
tanto, que uno que haya acumulado todo, es imposible que alguien que tiene en
su lomo cargado todo aquello que cree que le da sentido a la vida entre en el Reino
de los cielos. Es imposible que un rico cargado de todas sus pretensiones pueda
pasar por la Duca. Es imposible entrar a la ciudad si no se quita la carga,
explica el prelado sobre la lectura del Evangelio de hoy.
ARZOBISPO DE
COCHABAMBA
DOMINGO 13 DE
OCTUBRE DEL 2024
Queridos hermanos
y hermanas, aprovechemos la presencia de este joven rico, de este joven
inquieto, de este joven preguntón, diríamos así, de este que se acerca corriendo
a Jesús para entender todo este contexto de la palabra de Dios y la respuesta
que también dice el mismo Señor Jesús.
Es alguien que
desde su juventud ha cumplido los mandamientos, eso se lo dice concretamente.
Si tú quieres de verdad encontrar sentido profundo a la vida, si eres aquel que
busca mucho más de lo necesario, si tu corazón es inquieto para saber dónde
radica fundamentalmente lo que es el sentido profundo de la vida y del ser
humano, si tú te haces preguntas, no sólo filosofas o reflexionas, sino tú eres
el buscador de la verdad, el buscador de Dios. Cumple los mandamientos, desde
mi juventud lo he hecho. Yo creo que es la situación de tantos, de nosotros inclusive.
O es de alguna manera lo que también la palabra de Dios nos invita a tener como
una posición clara.
¿Qué es lo que de verdad hace feliz al
ser humano?: La sabiduría y la Palabra de Dios
La primera
lectura que habla de la sabiduría está referida ciertamente al Rey Salomón, al
libro primero de los Reyes, donde Salomón no pide riquezas, ni belleza, ni
poder. Salomón lo que pide es la sabiduría, dame Señor sabiduría para que yo
pueda gobernar a este pueblo. Para que iluminado por tu Palabra, iluminado por
tus preceptos, iluminado por tu Espíritu, real y verdaderamente sea aquel que
gobierne bien.
Dame sabiduría.
La sabiduría es más grande que cualquier riqueza. Cumplir los preceptos de
Dios, los mandamientos de Dios, ser guiados por su Espíritu es fundamental. Y
repito, puede ser la situación de muchos de nosotros, como de mucha gente de
nuestras generaciones. Es lo que en el Salmo de alguna manera estamos diciendo.
Enséñanos a calcular nuestros años para que nuestro corazón alcance la
sabiduría.
Vean que hermosas
palabras, lo que hemos pedido nosotros, lo que el Salmo en nombre nuestro pide.
Enséñame a seguir tus preceptos, enséñame a ser bueno, enséñame a discernir
aquello que de verdad es importante, es esencial en la vida. Enséñame a
calcular nuestros años. No vaya a ser que hacemos cálculos tan
desproporcionados, que creemos que de los 200 años que podamos vivir en este
mundo nos va a venir la felicidad. Eso es absurdo. O creer que de los bienes
nos van a venir también la felicidad.
Si nosotros experimentamos,
muchos de nosotros hemos podido quemar pestañas para tener un título y luego no
ha saciado toda el ansia de búsqueda de verdad. Cuánto ahorrar en el banco,
cuánto ahorrar en el banco. Y en poco o en nada o en instantes se va. ¿Cuántos
dólares hemos podido almacenar en este tiempo? Y hoy se desvaloriza. ¿Cuánto
hemos invertido por la belleza? Y al final terminamos usando casettes. Perdone
las imágenes, ¿ya? ¿Qué es lo que de verdad ha sentido la vida? ¿Qué es lo que
de verdad hace feliz al ser humano?: La sabiduría y la Palabra de Dios. Así lo
dice la segunda lectura, ¿no es cierto? La palabra de Dios es penetrante. La
palabra de Dios, los preceptos de Dios, la enseñanza de Dios, vivir al estilo
de Dios, a imagen de Dios, es lo que de verdad nos da fundamento para que en
esta vida tengamos la vida a un sentido profundo. Lo demás viene por añadidura
y diríamos así.
Si uno ejerce el poder para sí mismo, se
encierra en sí mismo y entonces no hace buen servicio a los demás.
Si uno vive
siguiendo los preceptos de Dios, le es posible encontrar también los bienes
necesarios, porque Dios al final nos lo regala. Y es posible repartir con los
demás o ser solidario con los demás. Si uno ejerce el poder para sí mismo, se
encierra en sí mismo y entonces no hace buen servicio a los demás.
En cambio, si
sigue los preceptos de Dios, el mandato de Dios, se preocupará por todos
aquellos sabiamente, gobernará bien, ejercerá el poder en servicio. Una mamá
que sigue los preceptos de Dios, guiará bien a sus hijos, no con modelos de
ideologías, no con modelos de géneros, no con modelos como decir hoy que lo más
fundamental y lo más importante es tener y acumular riquezas, porque
definitivamente esto se va. Unos buenos papás invierten en sus hijos dando
sabiduría, siguiendo los preceptos de Dios.
Cumplir los
preceptos de Dios
Vean hermanos, ¿cuánto
podemos aplicar de esta Palabra? El joven rico, o este joven que aparece en el
Evangelio, es un verdadero buscador. Es alguien que si ha vivido según la
sabiduría de Dios, según los preceptos de Dios, es alguien que ha sido sabio en
este mundo. Es alguien que, como repito muchos de nosotros, habrá vivido de esta
manera, en buena hora diríamos así, aunque ya parece sorprendente al inicio. Corre,
se ve que hay un maestro, hay un verdadero profeta, es este Jesús le corre al
encuentro y le dice maestro bueno. No se esperaba seguro una respuesta como la
de Jesús, ¿no? No se esperaba. ¿Por qué me dices bueno? ¿Acaso el único bueno
no es Dios? El único bueno que hace llover sobre buenos y malos es Dios. El
único que es justo es Dios. Aquí no se trata de ser bueno. Aquí se trata de
seguir los preceptos de Dios.
Aquí se trata de
tener la suficiente sabiduría para vivir, no sólo encontrar sentido a la vida y
la felicidad, sino también encontrar la clave de lo que es y así lo ha llamado
el ser humano. Cumple los mandamientos. Señor, los cumplo desde mi juventud.
Qué lindo, ¿no?
Encontrar gente así y que las encontramos a borbotones, yo creo, en nuestra
vida cotidiana. Gente buena, gente que hace el bien a los demás, gente que se
esfuerza por vivir bien, gente que cumple bien su responsabilidad, gente
trabajadora, afanosa. A ver, ¿ustedes conocen gente así? Yo conozco a miles,
miles, gente que se esfuerza por cumplir los mandamientos, que es referida a
los otros ser solidarios, que son servidores, buenas mamás, buenos papás,
buenas familias.
Ciertamente,
Jesús mira con cariño a este joven. Lo mira con amor, admiración. ¡Qué bueno
encontrarse con gente así! Hermanos, no me digan que no es verdad. Cuando uno
encuentra gente de paz, cuando uno encuentra gente no sólo simpática, sino
gente de paz, que transmite un espíritu que gusto da, que gusto da. Jesús lo
mira con amor. Sólo te falta una cosa: Ven, vende lo que tienes y dalo a los
pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.
Los ricos no pueden entrar al reino de
los cielos
Esto tampoco se esperaba
al joven, ¿no? Esto no se espera a la gente probablemente. ¿Quieres ser más
radical? ¿Quieres realmente seguir a fondo? ¡Se libre! ¡Se libre! Reparte tus
bienes. Que no te ate nada. Las riquezas pueden ser muchas veces impedimento.
Si quieres ser rico en esta vida, definitivamente te ata todo. Los ricos no
pueden entrar al reino de los cielos.
¿Cuál es el rico?
¿Es el que tiene dinero? No solamente. Es aquel que cree que de los bienes, de
sus fuerzas, de su belleza, de su título, de lo que ha podido construir, le va
a venir la vida, la felicidad y el sentido. Ese es el rico.
¿Quién es el
pobre? El que se apoya en Dios. El que toma como única seguridad a su Dios y
Señor. Ven y sígueme.
Los ricos no
pueden entrar al reino de Dios. Es más fácil que un camello entre por el ojo de
una aguja que uno se encuentra en el reino de los cielos. Hay que entender bien
esta expresión. No se trata de la agujita que... Claro, es imposible. Una
agujita que es de uno de los orificios más pequeños que entre un camello
semejante de animalazo, ¿no es cierto? ¿Qué se está definiendo Jesús?
Escúchenme bien. En las ciudades, antiguamente, había los muros de protección y
las puertas por las que hay que ingresar. En una ciudad contemporánea a Jesús
existen estos muros y existe esta puerta. Una de las puertas se llama Duca.
Cuando llegaban, por tanto, los camellos para el negocio, para el comercio,
cargados de riquezas o cargados de mercancías, no podían entrar por la puerta
llamada Duca si no se quitaba toda la carga, todo el comercio.
Es imposible, por
tanto, que uno que haya acumulado todo, es imposible que alguien que tiene en
su lomo cargado todo aquello que cree que le da sentido a la vida entre en el Reino
de los cielos. Es imposible que un rico cargado de todas sus pretensiones pueda
pasar por la Duca. Es imposible entrar a la ciudad si no se quita la carga. Queridos
hermanos, vean qué hermoso de verdad hoy el ejemplo que nos da Dios. Nos
invita, por tanto, a buscar la sabiduría afanosamente. Nos invita a que el
Señor nos enseñe sus caminos. Nos invita a escuchar profundamente su palabra.
Nos invita a seguir radical y fuertemente a Jesús, nuestro Señor y Maestro bajo
sus preceptos. Nos invita, por tanto, a que de verdad tengamos no sólo este
seguimiento del Señor, sino nuestra vida aplicándola en esta palabra de Dios
que hoy el Señor nos regala.
Y está bien
hacernos entonces la pregunta. ¿Qué es lo que me ata? ¿Cuáles son mis riquezas?
¿En quién he puesto mi confianza? ¿Cómo vivo yo mi vida? ¿Soy solidario con los
demás? ¿Sólo me construyo a mí mismo? ¿Estoy frustrado? ¿Estoy temeroso? Señor,
enséñame tus caminos. Amén.
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