Creo que nos
ayuda a entender perfectamente la tarea que tenemos en esta vida. Muchas veces
nosotros en esta vida, ¿de qué nos preocupamos? De las cosas materiales. Y
queremos eso. Queremos gozar de eso en
esta vida. Queremos alegrarnos con eso. Como el Evangelio, después lo vamos a
ver, nos dice lo mismo. Pero, ¿Qué es lo que tenemos que pedir? Sabiduría,
sabiduría. No sabiduría para pleitear con el otro, para ganar el pleito.
Sabiduría para poder vivir nuestro compromiso de cristianos católicos,
reflexionó el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Cochabamba, Mons. Juan
Gómez durante la alocución de su homilía hoy domingo 13 de octubre.
Para poder vivir nuestra fe. Si no tenemos la
sabiduría de Dios, ¿Qué sabiduría vamos a tener? ¿Sobre qué sabiduría nos vamos
a mover? Hay muchas sabidurías pequeñitas en este mundo que nos entusiasman de
repente. O de repente también nos engañan quieren llevarnos por mal camino. Y
nosotros tenemos que estar firmes. Como dice la segunda lectura, que la Palabra
del Señor no es cualquier palabra, es la palabra de Dios, destacó el prelado
durante su homilía en la Eucaristía celebrada en la Capilla del Seminario
Nacional San José, realizada el marco del encuentro de familias de Seminaristas
que se realizó esta semana.
RESUMEN DE LA
HOMILÍA DE MONS. JUAN GÓMEZ
OBISPO AUXILIAR DE
COCHABAMBA
DOMINGO 13 DE
OCTUBRE
La oración condimento fundamental de la
vida cristiana
Porque la oración
debe de ser siempre el condimento fundamental y principal de nuestra vida
cristiana católica. No es nomás decir, yo soy cristiano católico y después,
¿qué? Mi compromiso, mi responsabilidad. Y nos lo dice, claro, la primera
lectura.
Creo que nos
ayuda a entender perfectamente la tarea que tenemos en esta vida. Muchas veces
nosotros en esta vida, ¿de qué nos preocupamos? De las cosas materiales. Y
queremos eso. Queremos gozar de eso en
esta vida. Queremos alegrarnos con eso. Como el Evangelio, después lo vamos a
ver, nos dice lo mismo. Pero, ¿Qué es lo que tenemos que pedir? Sabiduría,
sabiduría. No sabiduría para pleitear con el otro, para ganar el pleito.
Sabiduría para poder vivir nuestro compromiso de cristianos católicos.
Para poder vivir nuestra fe. Si no tenemos la
sabiduría de Dios, ¿Qué sabiduría vamos a tener? ¿Sobre qué sabiduría nos vamos
a mover? Hay muchas sabidurías pequeñitas en este mundo que nos entusiasman de
repente. O de repente también nos engañan quieren llevarnos por mal camino. Y
nosotros tenemos que estar firmes. Como dice la segunda lectura, que la Palabra
del Señor no es cualquier palabra, es la palabra de Dios.
Y esa palabra de
Dios, si nosotros la escuchamos, si nosotros la leemos, ¿Qué tenemos que hacer?
Tenemos que hacer la parte de nuestra vida. Esa palabra de Dios tiene que ser
como el azúcar en el cafecito. El azúcar da sabor, pero no lo vemos, ¿no? No lo
vemos, no lo notamos. Pero sí sabemos que si está bien de azúcar, o le falta, o
está de más el azúcar, lo podemos sentir, pero no lo podemos ver. Y la palabra
de Dios en nuestra vida también es así. Tiene que interpelarnos cada día, cada
momento. Si la palabra de Dios no nos interpela, ¿qué está pasando con
nosotros? ¿Quién nos interpela o qué nos interpela entonces? ¿Sólo las cosas de
esta vida, de este mundo? Por eso la palabra de Dios tiene que interpelarnos y
ver después los resultados, los frutos. Tiene que incomodarnos. Hasta tiene que
hacernos sufrir algunas veces.
Desde nuestro Bautizo somos profetas
No se olviden que
cada uno de nosotros, como cristianos católicos, desde nuestro bautizo, ¿Qué
somos? Somos profetas. Y el profeta tiene una doble misión. Primero, ¿qué?
Denunciar las injusticias. Denunciar todo aquello que es malo. Todo aquello que
de verdad molesta, impide a otros hermanos a que sigan al Señor o a que vivan
de verdad en esta vida como el Señor quiere.
Y la otra misión
del profeta es poner ahí la buena noticia. La Palabra de Dios tiene que ser ese
que ilumine la buena noticia. Para que de verdad nos vayamos, yo digo siempre
con palabras muy vulgares, pero de verdad nos vaciemos de esos males que
tenemos en nuestra vida y nos llenemos con la Palabra de Dios, con aquello que
viene de Dios, para que así no podamos dar frutos malos, sino frutos buenos. Miren
todavía para algunos que todavía de repente por primera vez han visitado, están
visitando aquí. Estamos en un lugar privilegiado, aquí en esta iglesia. Esta
iglesia es como el ícono de la iglesia en Bolivia. En esta iglesia estuvo un
santo, un santo que ahora es santo. ¿Quién era? El Papa Juan Pablo II. Visitó
esta iglesia, estuvo aquí reunida con el presbiterio y creo que eso nos ayuda a
entender de verdad que somos privilegiados.
Cada domingo los
vecinos están en un lugar muy privilegiados participando de la Eucaristía. Por
eso de verdad, hermanos y hermanas, nosotros también en nuestra vida tenemos
que tener un lugar privilegiado para Dios y ese lugar privilegiado tiene que
ser nuestra vida, nuestro corazón, para que de verdad el Señor actúe desde ahí
y no sean nuestros meros caprichos humanos, de repente, no sé, cosas muy
personales en las cuales nosotros nos entusiasmamos y queremos que de verdad
todo eso salga a la luz y se viva y sea mi capricho el que de verdad me va
guiando. Y no, nosotros tenemos que reconocer nuestras limitaciones, nuestras
fragilidades, nuestras debilidades, nuestro pecado, para poder después
reconocer la grandeza y la bondad infinita de Dios.
Si no reconocemos
primero lo que somos, no vamos a poder reconocer lo que Dios es para nosotros
en nuestra vida. Por eso en el Evangelio este pasaje nos invita de verdad a
reflexionar, para ser discípulos del Señor, que no solamente basta ser bueno o
cumplir los mandamientos, el Señor nos exige mucho más de eso. Yo puedo ser
bueno o puedo ser malo, pero la intención es que yo sea bueno, pero si soy
bueno, me quedo con los brazos cruzados, feliz, sin asumir ningún compromiso,
ninguna responsabilidad en la comunidad eclesial. Eso prácticamente no me
sirve, porque es como si el Señor me hubiera regalado un tesoro para compartir
con los demás. ¿Y qué estoy haciendo? Escondiéndomelo, guardándolo.
Desperdiciándolo de repente ahí.
Ser auténticos discípulos del Señor
No se olviden que
cada uno de nosotros podemos ser de verdad auténticos discípulos del Señor,
evangelizadores del Señor. Pero no nos vayamos a decir, tú tienes que este.
Tenemos que decir, yo tengo que cambiar, yo tengo que hacer esto, yo tengo que
corregir esto en mi vida, yo tengo que dar estos pasos en mi vida. Muchos
dicen, la evangelización comienza en casa, comienza por mí, comienza por mi
familia y continúa después. ¿Por qué sino qué? El Señor siempre insiste. El
árbol se conoce por sus frutos. ¿Qué frutos estamos dando nosotros en nuestra
vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad? Muchos. Tenemos que exigirnos
más y más cada día, porque de eso se trata. La vida en este mundo, en esta
tierra, no es para cruzarnos de brazos, sino es para servir, para colaborar.
Comentarios
Publicar un comentario