Vivir al modelo de Jesucristo exhorta Arzobispo de Cochabamba


Hoy domingo 31 de agosto, en la misa dominical celebrada en la Catedral San Sebastián de Cochabamba, Mons. Oscar Aparicio exhortó al pueblo de Dios a vivir a modelo de Jesucristo:

Vivan a modelo de Él. ¿Cuál y en qué consiste la alianza? ¿En qué consiste el amor? ¿En qué consiste el perdón? ¿En qué consiste la presencia de Dios? ¿A quién hay que agradecer en este mundo? Bajo modelo, ¿de quién hay que vivir? De Jesucristo nuestro Señor. Por eso, vivan haciendo el bien siempre como Él ha hecho el bien, dijo.

 …Cuando tú comas, come como el Señor. Cuando te alegres, alégrate como el Señor. Cuando vayas a una fiesta, compórtate como el Señor. Cuando estés en este mundo ejerciendo una autoridad, hazlo como el Señor. Cuando ames, ama como el Señor, subrayó Mons. Aparicio.

 

HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

DOMINGO 31 DE AGOSTO DE 2025

Muy amados hermanos y hermanas, celebramos el vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario. La palabra clave ya la hemos percibido, la humildad, la propuesta de parte de Dios, el cómo vivir nosotros también en este reino de Dios en medio de nuestra sociedad, cómo vivir nuestros cristianos seguidores del Señor, discípulos, misioneros de Él, cómo poder también acrecentar nuestro camino de santidad.

Y vemos que la palabra de Dios hoy, en base a este gran postulado de la humildad, nos da las claves concretas de poder también cultivar esta humildad, o de dónde, nos dice de dónde procede algunos de los aspectos para entrar en esta espiritualidad de humildad de aquellos que hacen este camino justamente siguiendo a su Maestro y Señor, servidor y humilde, sencillo, compasivo y misericordioso.

Ser agradecidos

Lo primero que aparece en la liturgia es esta gran clave de saber ser agradecidos. De hecho lo que celebramos es la acción de gracias, la fracción del pan ciertamente, pero es darle gracias a Dios porque Él nos ha dado lo que tenemos, Él nos ha concedido la vida, Él concede la salud. Viene de Dios todo aquello que podamos también poseer y ser.

Por tanto, qué importante y fundamental entrar en esta actitud de total y pleno agradecimiento. No hay nada peor de aquel que muerde la mano del que le da de comer, el malagradecido, que nosotros de verdad, descubriendo este hecho concreto de que agradecemos a Dios de Él, proviene la vida de Él, provienen los bienes de Él, proviene el aliento de Él, proviene por su gratuidad y su amor lo que podemos también, repito, tener y ser.

Pedir Perdón

La otra clave creo que vuelve a aparecer en la liturgia. Hemos pedido perdón. No solo agradecidos porque Dios es Dios. Reconocemos que Él es nuestro Dios.

Nosotros somos criaturas, corruptibles, débiles, frágiles, necesitados de alguien que nos ayude. Entrar en conciencia de que somos frágiles, mortales, pecadores, es fundamental. No se nos debe a nosotros, según nuestras fuerzas, el perdón, el amor y el perdón.

No es por nuestra linda cara que se nos ha amado y perdonado. No es por nuestros buenos propósitos, no es por nuestros esfuerzos, no es porque Dios ha mirado que nosotros sí que somos de aquellos que se esfuerzan y entonces se quieren ganar el cielo. Es por gratuidad de Él que nosotros estamos donde estamos.

 Somos amados por Él gratuitamente, agraciados porque Él lo ha querido así. Somos perdonados porque Él ha mirado nuestro corazón, porque se ha bajado hacia nosotros, porque a ti, a ti y a mí nos ha mirado con amor, nos ha tocado el corazón y te ha dicho en concreto, te amo y te perdono. Te doy la posibilidad también de todo lo que hemos reflexionado antes y visto justamente la semana pasada aquí en Cochabamba sobre el asunto a los cielos.

 Te doy la posibilidad y la capacidad de ser también asunto a los cielos, ser elevado, transformado, caminamos hacia la gloria de Dios, pero no por nuestro mérito, sino más bien porque Él en su gratuidad, en su amor, en su misericordia, en su perdón lo da y lo regala a nosotros. La tercera clave aparece en la lectura. Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios.

Ser humildes

Cuanto más grande seas, más humilde debes ser y así obtendrás el favor del Señor. Se te ha dado una autoridad, una responsabilidad. Cada uno de nosotros tiene un modo de vivir en este mundo.

 Algunos dicen, pero yo no soy autoridad civil, de acuerdo, sin embargo, algún tipo de autoridad y alguna responsabilidad se te ha dado. El padre de familia, la madre de familia necesita servir a su familia, cuidar de su familia. Se te da una responsabilidad y una autoridad, no sólo en el trabajo, sino de por sí, porque se te da una grey, se te da un poder, se te da una autoridad.

Cuanto más humildemente lo hagas, más servidor deberás ser. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser. ¿Cómo ejercemos nuestra autoridad? ¿Cómo ejercemos nuestra responsabilidad? ¿Cómo ejercemos nuestro trabajo, nuestro menester? ¿Cómo vivimos nosotros en este mundo? Aplastando a los demás, pisoteando a los demás, esclavizando a los demás, haciendo que ellos nos tengan que siempre brindar pleitesía, o más bien al contrario, utilizando todo esto para ser mejores servidores.

Cuanto más grande, más humilde serás. Y esto se vuelca también a todos aquellos que tienen mayor autoridad, también civil. Servidores públicos, se dice, ¿no es cierto? Servidores públicos, ¿para qué se hacen votaciones, para qué se eligen personas, para qué se les da una responsabilidad? Para que sean mayor, más grandes, pero mayores servidores, justamente para el bien de los demás.

En lo político, en lo social, en lo familiar, en lo comunitario. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser. Y vean que todo esto, prácticamente en la segunda lectura, está gratamente y de una manera explicitada en Jesucristo nuestro Señor.

Vivir bajo el modelo de Jesucristo

 Vivan a modelo de Él. ¿Cuál y en qué consiste la alianza? ¿En qué consiste el amor? ¿En qué consiste el perdón? ¿En qué consiste la presencia de Dios? ¿A quién hay que agradecer en este mundo? Bajo modelo, ¿de quién hay que vivir? De Jesucristo nuestro Señor. Por eso, vivan haciendo el bien siempre como Él ha hecho el bien.

A modelo de Él. Ejercen su autoridad a modelo de Él. Hermanos míos, en los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, saben que se hace una reflexión muy grande, ejercicios espirituales.

Se hacen muchísimas acciones concretas. Una de estas pone énfasis, que dice, cuando tú comas, come como el Señor. Cuando te alegres, alégrate como el Señor. Cuando vayas a una fiesta, compórtate como el Señor. Cuando estés en este mundo ejerciendo una autoridad, hazlo como el Señor. Cuando ames, ama como el Señor.

 Cuando sirvas, sirve como el Señor. Cuando mires, que sean los ojos del Señor que miran. Cuando perdonas, que sea el perdón del Señor que perdona. Cuando te acercas a alguien, en la actitud del Señor. Para que todo sea configurado en Él. Hermanos, visiblemente, concretamente, tenemos al Maestro y Señor. A modelo de Él. Y por último aparece el Evangelio. Bello, bello, bello.

 Jesús es invitado a comer en una casa de los principales fariseos. Un sábado. Por algo concreto menciona Lucas aquello. Un sábado. Es un banquete. Es el momento grande de reconocer la obra de Dios en nosotros.

Es el momento concreto de compartir con los hermanos aquella salvación que nos ha llegado. Es el momento oportuno de hacer, de alguna manera, Pascua. La Pascua del Señor, el paso de Dios en nuestras existencias.

No es cualquier cena. Es una cena de verdad importante, donde se remarca toda la historia de salvación. Jesús observaba, notaba que los invitados buscaban los primeros puestos.

Interesante, ¿no? ¿Qué es a veces lo cotidiano y lo normal? Aquello. Queremos siempre el primer puesto. Queremos ser los primeros a quien se nos invita.

Nos resentimos si no se nos invita, ¿no es cierto? Que se nos nombre, que se nos diga quiénes somos. A veces cuando hay una presentación oficial o lo que sea, ay de ti si te olvides mencionar alguna o no mencionar alguno de los presentes. Ay de ti si no saludas a alguna de las autoridades.

¡Qué equívoco! Debes hacerlo siempre. Eso es lo cotidiano. Jesús dice una cosa.

Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte, déjale el sitio. Y así, lleno de vergüenza, tendrás que ponerte en el último lugar. Más bien actúa de otra manera, dice el Señor.

 Cuando te inviten, ve y colócate en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga, amigo, acércate más. Así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado.

Considera a los otros como superiores a ti. Ejerce bien tu servicio. No eres el principal. No eres el mejor. No eres a la que se le debe todo. Sea humilde y sencillo. Ejerce tu ser de esta manera. Siendo humilde, serás enaltecido. Pero no termina aquí el Evangelio, no termina aquí.

Y nos da todavía la última clave. Se refiere al que les ha invitado, al dueño de casa. ¿Qué le dice? Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez.

Y así tengas tu recompensa. Y aquí la clave. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados y a los paralíticos, a los ciegos, feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte.

Y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos. ¿Qué hemos cantado en el salto? ¿Recuerdan? Señor, tú eres bueno con los pobres. Aquí la clave fundamental. De Jesús, de la Iglesia, de ti, de mí. Es bella la anécdota que nos cuentan del Papa Francisco, ¿no es cierto? El Cardenal Bergoglio. Que cuando ha sido elegido Papa, algún amigo cardenal le dice, cuidado, ahora que eres Papa, no te olvides de los pobres.

 De ahí le nace la inspiración para llamarse Francisco, el que atiende a los pobres. Él es el que resume o remarca el Cristo pobre que atiende a los pobres, a los necesitados, a los marginados, a los descartados, a los desvalidos, a aquellos que lo necesitan más. Y, hermanos míos, cada uno de nosotros sabe quién puede ser. Identifíquenlo. En casa hay alguien que necesita más. Bajo tu autoridad hay alguien que necesita más.

Bajo tu servicio y tu amor hay alguien que lo necesita más. No olvides de atender al mismo estilo de Jesús al pobre, al desvalido y al marginado. Dios lo sabe.

 Amén. 

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