Arzobispo de Cochabamba: Que la intercesión de María nos ayude a todos los bolivianos a caminar juntos
Durante la alocución de su homilía en la Misa de Tedeum realizada en la Catedral de San Sebastián de Cochabamba, el Arzobispo, Mons. Oscar Aparicio resaltó la presencia de la Virgen María: Pedimos entonces, en esta advocación de la mamita de Urcupiña, nosotros aquí en Cochabamba, a que el presente y el futuro de Bolivia sean también una realidad construyendo el Reino de Dios. Que su intercesión nos ayude a caminar juntos. Se hacen muchos discursos de unidad. Qué fundamental que esto se lleve a la práctica. Que nuestros desentendimientos más bien vayan hacia un mismo objetivo. Gobernantes y ciudadanos, con responsabilidad, solidaridad y compromiso, hacia una patria más justa, fraterna y reconciliada, dijo haciendo referencia también al mensaje al pueblo de Dios emitido por la Conferencia Episcopal Boliviana por el Bicentenario de nuestro país.
Se trata de saber y ser conscientes que la Madre, la madre nuestra, está también siempre acompañándonos. Ya, como he indicado antes, hace 200 años con estas parroquias elegidas aquí en Cochabamba. Pero también con esta cercanía de celebrar esta fiesta de la Asunción centrada en la Virgen María que es elevada a los cielos, transfigurada de alguna manera, también ella, dijo al referirse a la celebración del bicentenario de dos parroquias en la Arquidiócesis de Cochabamba.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE COCHABAMBA
TEDEUM POR EL BICENTENARIO DE BOLIVIA
Pueden
tomar asiento, amados hermanos y hermanas … el Dios mismo, pero también
retomando el sentido profundo de tedeum, a ti o Dios. Así nace, nace esta
celebración, decir que en momentos importantes de una nación pueda, podamos
dirigirnos junto a las autoridades, junto a todos aquellos que tienen una
responsabilidad concreta y real de servicio también al pueblo y que ejercen
esta responsabilidad en medio de este mundo, repito en atención justamente de
aquellos habitantes, de aquellos que están en toda generación y en todo tiempo
nos toca a nosotros. Por tanto, significativo el hecho de que esté la Gobernación,
que esté también el Municipio, significativo que estén las autoridades incluso
también del Cuerpo Consular, Fuerzas Armadas, Policía, es creo de verdad bien
importante en el sentido de que todos nos dirigimos a Dios para decirle a ti o
Dios la gloria y alabanza, a ti o Dios te damos gracias porque reconocemos que
eres tú el que está presente en nuestras vidas, el que nos acompaña. Mucho más
todavía en este Bicentenario.
Dios conduce a los pueblos
De hecho,
la palabra de Dios que hoy día hemos escuchado está hablando justamente de esta
historia impregnada, diríamos así, por la intervención de Dios. No existen dos
historias, como si fuera la historia nuestra, llamémosle civil, llamémosle la
historia normal, también de nuestro de nuestra patria en este Bicentenario y
como si fuera paralela a la historia de salvación.
Se trata de
una única historia. Dios, el Dios de la vida y de la historia interviene. Dios
está presente antes también de nuestra independencia.
Dios
conduce los pueblos. Dios conduce los corazones y esperemos que sí, que Dios
conduzca las responsabilidades también de las autoridades.
La transfiguración del Señor
Por tanto,
el sentido profundo que nosotros en comunión a toda Bolivia nos encontremos aquí
en esta Catedral tiene un significado de verdad muy, muy importante. Y es bien
importante también el hecho de la festividad de hoy, la transfiguración del
Señor. Si hemos escuchado atentamente la palabra, es Dios que está presente y
anunciada ya por los profetas. Es Dios que interviene. Es un Dios que está
presente. No es alguien que se desatiende de la historia de la vida. También,
por tanto, en la nuestra, este Dios nos conduce.
No es una
actividad que celebremos este Bicentenario con esta festividad de la
transfiguración del Señor. Más bien, es la causalidad de Dios, es decir, un
Dios que interviene, que entre en nuestra historia, que provoca los corazones
para que se conviertan y puedan asumir más y mejor lo que puede ser también su
responsabilidad. Aquello que se anuncia, que anuncia el profeta, que anuncia el
apóstol, es que prácticamente se resume en la persona de Jesucristo nuestro
Señor.
Cuando Él
es transfigurado de manera visible, latente, concreta, Jesús se hace presente.
Jesús camina por esta tierra. Jesús se compadece de aquellos que sufren más.
Jesús sufre
en entrañas justamente el dolor del ser humano. Jesús da la vida por los demás.
Y al ser transfigurado nos reporta, diríamos así también, algo fundamental.
El quehacer
del ser humano necesita estar en este mundo, pero proyectados también hacia lo
que nos espera. La historia, la historia nuestra, la historia de salvación no
termina sólo en este mundo, sino que va más allá.
Llamados a ser trasformadores en este mundo
Estamos
llamados a ser transformadores en este mundo. ¿Para qué? Para que se haga
presente el reino de Dios, un reino de paz, de justicia, de amor, de libertad,
de paz, que respeta la vida, que respeta incluso situaciones concretas como la
democracia. Es fundamental, por tanto, aquello que Jesús mismo nos está trayendo.
Pero nos proyecta hacia la espera.
¿Qué
esperamos? Participar de la gloria de Dios. Por eso somos peregrinos en esta
tierra, en este mundo.
Mensaje de la Conferencia Episcopal Boliviana
por el Bicentenario de Bolivia
Yo quisiera
poner las palabras de la conferencia episcopal. Me van a permitir de alguna
manera leer el texto, que creo que es un regalo para todos nosotros, a nivel
ciertamente nacional, pero también a nivel concreto nuestro. Dicen el mensaje
de esta conferencia episcopal boliviana en el Bicentenario de la Independencia
de Bolivia. Como se acostumbra, siempre se pone un texto bíblico que acompañe a
todo lo que sea este sentido.
Del
Deuteronomio. Recuerda los caminos por donde te ha guiado el Señor tu Dios. No
sólo se trata de hacer memoria, se trata de hacer memorial, es decir, aquello
que se ha anunciado que se haga presente también en nosotros, en esta
generación, en nuestro departamento, en este lugar, en nuestros corazones.
Con
profunda alegría saludamos a toda la nación boliviana al celebrar los 200 años
de vida independiente. En esta fecha significativa elevamos nuestro
agradecimiento a Dios quien, como lo afirma la Sagrada Escritura, ha guiado
nuestro caminar a lo largo de la historia, acompañándonos en cada etapa de
nuestra vida como pueblo creyente en Dios. Nos dirigimos como creyentes.
Este
Bicentenario debe ser vivido más que como un hito histórico, como una ocasión
para renovar nuestro compromiso con Bolivia, una patria rica en su flora, fauna
y su diversidad cultural y geográfica, construida con el esfuerzo y aporte de
innumerables hombres y mujeres que con generosidad y esperanza han contribuido
en edificar una sociedad más humana.
Quiero sólo
recordarles que también hoy estamos celebrando, aparte del Año Jubilar
Peregrinos de Esperanza, celebramos también los 200 años de la parroquia Santa
Ana de Cala Cala y de la parroquia de San Joaquín, en el norte y en el sur.
Santana y San Joaquín, papás de María, por eso nuestra espiritualidad marial es
fundamental. Pero abuelitos de Jesús, aquel que nos anuncia la salvación. Vean
cómo se entrelaza la historia nuestra, en Cochabamba, también con la
intervención de Dios mismo. La Iglesia Católica invitamos a vivir este
acontecimiento del Bicentenario con espíritu de alegría, pero también con
profunda responsabilidad.
No
desaprovechemos esta oportunidad para mirar el pasado con agradecimiento, el
presente con claridad y proyectar el futuro con esperanza, buscando construir
una Bolivia donde reine la justicia, la caridad y la paz. Durante estos 200
años, reconocemos que Dios ha estado presente no sólo en los momentos de
felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles, como ser en las crisis
que han generado pobreza, en los periodos de dictaduras y en los conflictos
sociales que han marcado nuestra historia. En medio de todo, su mano providente
nunca nos ha abandonado.
A ti, oh
Dios, la gloria y la alabanza. Desde nuestra misión, nuestra misión
evangelizadora, ya firmamos la vocación de estar al servicio del bien común,
colaborando efectivamente en la construcción de una sociedad más justa,
fraterna y solidaria, donde se defienda la dignidad y la libertad de toda
persona. A 200 años de la Independencia, reconocemos que aún hay muchas tareas
pendientes.
Es tiempo
de asumirlas con valentía, unidad, guiados por el Evangelio y animados por la
esperanza. Si tú, tú, tú y yo somos creyentes, creyentes en Dios, que queremos
mantener este espíritu de Jesús salvador, nuestra responsabilidad es mayor.
Pero en torno también y basados en la fe, en nuestra creencia.
Pero es la
invitación también, aquellos que no se consideran creyentes, llamados a
construir un reino de paz. Porque una cosa es, hermanos míos, vivir con el
Espíritu de Dios o no hacerlo. Una cosa es ejercer la responsabilidad con un
Espíritu de Dios, aunque no seas del todo católico.
Pero es
diferente con este Espíritu de Dios, que construye el reino de Dios en este
mundo y que va más allá de nuestros proyectos o de nuestras intenciones. Nos
sometemos a un Dios que nos ha dicho que el mismo es verdad, camino y vida.
Celebramos ciertamente este bicentenario en un contexto particular.
Una crisis
económica que golpea especialmente a las familias más pobres y un clima
preelectoral que exige a toda mayor responsabilidad y compromiso con la verdad,
la justicia, la paz y el bien común. A todos los ciudadanos y ciudadanas les
recomendamos la importancia de ejercer su rol con conciencia ética y espíritu
democrático y a los candidatos pedimos no defrauden la esperanza de todo un
pueblo que anhela tiempos mejores. Nos lo recuerda el Papa León XIV que nos ha
escrito de manera particular hace pocos días.
Como
iglesia estamos llamados, y dice el Papa, abro comillas, a ofrecer el amor de
Dios a todos para que se realice esa unidad que no anula las diferencias sino
que valora la historia personal de cada uno y que la cultura social y religiosa
de cada pueblo. Cierro comillas. Encomendamos por tanto a nuestra madre la
Virgen María venerada en tantas advocaciones a lo largo y ancho de nuestro
país.
La Virgen de Urcupiña nos cubre con su manto
A nosotros
la mamita de Urcupiña, la Virgen María que está cercana, que nos acompaña, que
nos protege con su manto. La mamita de Urcupiña. Y aquí no sólo es cuestión de
ser devoto o no devoto.
Se trata de
saber y ser conscientes que la Madre, la madre nuestra, está también siempre
acompañándonos. Ya, como he indicado antes, hace 200 años con estas parroquias
elegidas aquí en Cochabamba. Pero también con esta cercanía de celebrar esta
fiesta de la Asunción centrada en la Virgen María que es elevada a los cielos,
transfigurada de alguna manera, también ella.
Pedimos
entonces, en esta advocación de la mamita de Urcupiña, nosotros aquí en
Cochabamba, a que el presente y el futuro de Bolivia sean también una realidad
construyendo el Reino de Dios. Que su intercesión nos ayude a caminar juntos.
Se hacen muchos discursos de unidad. Qué fundamental que esto se lleve a la
práctica. Que nuestros desentendimientos más bien vayan hacia un mismo
objetivo. Gobernantes y ciudadanos, con responsabilidad, solidaridad y
compromiso, hacia una patria más justa, fraterna y reconciliada.
La
Conferencia Episcopal Boliviana. Dios bendiga a Bolivia. Amén.

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