Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba durante su homilía dominical explicó a quién debemos mirar como nuestro prójimo. Refiriéndose a la parábola del Buen Samaritano dijo: Fuera samaritano, fuera doctor, fuera Levita, fuera discípulo, fuera misionero, fuera católico, fuera judío, fuera hindú, fuera lo que fuera, sea ateo. El que ha visto y se ha conmovido, ese ha entrado en conciencia que tiene un prójimo. Y ese, si es necesitado, es tu prójimo. Jesús le dijo, ve, camina, anda y procede tú de la misma manera. Queridos hermanos y hermanas, qué bella lección, Para nosotros y para la humanidad entera.
Para estos momentos difíciles que atraviesa nuestro país y nuestra sociedad. Para este mundo que con los poderosos se debaten en guerras, en muerte y en envidia. Pidamos al Señor que nos conceda mirar, ver, caer en conciencia y nos permita sobre todo compadecernos de aquel que más lo necesita, concluyó, la primera autoridad de la iglesia católica de Cochabamba
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE
COCHABAMBA
DOMINGO 17 DE
JULIO DEL 2025
Hermanos y hermanas, en el Libro del Deuteronomio se nos presenta, aunque de manera indirecta, la experiencia del pueblo de Israel después del exilio. Es decir, había habido en la historia concreta de este pueblo el hecho concreto de que, para dominarlo, existe justamente esta situación de llevarlos al exilio. Es decir, quitarlos de su tierra, de sus seguridades, de lo que puede ser, por tanto, su ejército, el estado, lo que puede ser su templo, su ley.
Les quitan absolutamente todo y los exilan, los llevan a otro lado. Esta experiencia que el pueblo sufre, la sufre y entra en conciencia de que se trate justamente a causa de su pecado, porque ha sido infiel. Estando en el exilio y sin ninguna seguridad, vean que propiamente la palabra puesta en la boca de Dios los anima y les dice, esta prosperidad vendrá.
Busquen a Dios
Ustedes, aunque
viven fuera, aunque no tienen estas seguridades y las han perdido, en realidad
pueden y busquen al Señor lo que decía el Salmo. Busquen a su Dios, apóyense en
su Dios. De ningún modo piensen que han sido abandonados y si la palabra, están
buscando la palabra o aquello que les sostiene o Dios mismo que es palabra
viva, la tienen muy cerca.
Tenemos experiencia en muchos lugares cuando pasa el camino en cierto lugar. Arque, por ejemplo, pasa el tren. ¿Qué era Arque cuando pasaban los pasajeros, cuando pasaba el tren? ¿Cuál era el punto de comercio y el punto serio importante de un pueblo progresado? Hoy, cuando ha sido desviada más bien o la carretera o el tren, Arque se convierte, por decir así sin insultar a nadie, un pueblo de nada. Colosas, un pueblo de nada. Viven sobre todo los frigios, ciertamente, sin embargo, también viven allí los judíos y los griegos. Y por más que sean poderosos los griegos, ¿qué vienen a hacer en Colosa? Nada.
¿Y los judíos? Nada. La comunidad, por tanto, constituida, la comunidad primitiva cristiana, habitando en Colosas, en definitiva, es casi nada. Y es ahí donde Pablo les anima y les anuncia a Jesucristo.
¿En qué hay que apoyarse? ¿En el esplendor de la ciudad? ¿En el esplendor del comercio? ¿En el progreso que puede traer también este mismo comercio o las relaciones internacionales o nacionales? ¿En la sabiduría? ¿En la ciencia? Eso al fin y al cabo es poca cosa. Apóyense en Jesucristo. Él ha resucitado.
Él es la palabra viva. Es el que está presente. Es el que vive.
Está en tu corazón, en tu vida. En otras palabras, te ama profundamente y de ahí viene el sentido grande y el gozo que podemos experimentar todos. No del estado, no del ejército, no de una ciudad esplendorosa, no de un imperio, no de unas ideologías, no de una ley, ni siquiera del cumplimiento de aquellas.
Te viene justamente de buscar al Señor y que éste habite en tu corazón, a descubrirlo allá. Es lo que propiamente en el evangelio se está anunciando. Es muy bello este evangelio, ¿no es cierto? Creo que ilumina grandemente.
Un doctor de la ley se levantó y le preguntó, ¿se levantó dónde? Se supone que están en la sinagoga, en un lugar de culto, en un lugar donde se ora, donde se discute, donde se escucha la palabra de Dios y donde también el maestro enseña. El doctor de la ley le pregunta a Jesús para ponerlo a prueba. Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Lo lógico es que haya una respuesta a una pregunta. Jesús quiebra el asunto y le dice, te pregunto a ti al mismo tiempo. Responde con una pregunta. ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Tú que heredas al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas.
El doctor sabe, conoce, ha leído, es hombre de leyes, es hombre de principios, es un judío de verdad que conoce su historia, que conoce las leyes, conoce el Deuteronomio, conoce todos los preceptos y mandatos, los conoce perfectamente. ¿Qué le dice Jesús? Has respondido exactamente. Obra sí y alcanzarás la vida.
No la palabra muerta, sino la palabra viva que es Dios mismo. Pero el doctor de la ley para justificar su intervención le hizo esta pregunta. No olvidemos que están otra vez en reflexión, están en debate, por decir ahora, ¿no es? Están en un debate, están preguntándose.
¿Quién es mi prójimo?
Este entonces no quiere quedar abochornado por lo que le ha pasado y le pregunta ¿Quién es mi prójimo? Vean, la respuesta debería ser también lógica, ¿no es cierto? O con otra pregunta o directamente decir, este es el prójimo. Estamos hablando de gente que es conocedora, estamos hablando de maestros, estamos hablando de eruditos, estamos hablando de aquellos que están en debate, sin embargo, Jesús no responde, no responde con otra pregunta, ni responde dentro de la lógica de lo que puede ser esta confrontación. Responde de la otra manera, con una parábola, para que entiendas tú y entienda yo, para que los que están presentes puedan darse cuenta de verdad a donde apunta Jesús.
No es cuestión de científicamente responder, no es cuestión de un maestro que tenga que decir dos más dos son cuatro, no es filosofar, no es reflexionar, en concreto, en concreto, dice, un hombre bajaba de Jerusalén, de Jericó o de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de los ladrones que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Esto acontece desde siempre, desde siempre, la maldad llega a esos puntos muchísimas veces. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote, lo vio y siguió de largo.
¿Quién es el sacerdote? Es aquel que es el puente entre Dios y los seres humanos. Es el que conoce las leyes, conoce los mandamientos, las debe cumplir. También por allí pasó un Levita, otro conocedor, casi un doctor de la ley.
Lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un samaritano que viajaba por allí. Un samaritano es uno considerado para el pueblo judío cismático.
Es alguien que está separado o alejado de aquello que puede ser la gran revelación. Sin embargo, está caminando por el camino, viajaba por allí y al pasar junto a él, escuchen bien, lo vio, lo vio, se percató de aquel herido. Y se conmovió, se conmovió.
Este lo vio y se conmovió, se le mueven las entrañas. Cuando esto sucede, hermano, o hay amor o no hay amor. Si esto sucede es porque definitivamente cae en cuenta de que éste es un necesitado.
¿Quién ha actuado según el corazón? Lo dice el doctor de la ley. No se atreve ni siquiera a decir el samaritano. No dice así.
Dice el que tuvo compasión de él. Fuera samaritano, fuera doctor, fuera Levita, fuera discípulo, fuera misionero, fuera católico, fuera judío, fuera hindú, fuera lo que fuera, sea ateo. El que ha visto y se ha conmovido, ese ha entrado en conciencia que tiene un prójimo. Y ese, si es necesitado, es tu prójimo. Jesús le dijo, ve, camina, anda y procede tú de la misma manera. Queridos hermanos y hermanas, qué bella lección.
Para nosotros y para la humanidad entera. Para estos momentos difíciles que atraviesa nuestro país y nuestra sociedad. Para este mundo que con los poderosos se debaten en guerras, en muerte y en envidia.
Pidamos al Señor que nos conceda mirar, ver, caer en conciencia y nos permita sobre todo compadecernos de aquel que más lo necesita. Amén.
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