Queremos que el Señor nos ayude a construir un buen corazón, un buen espíritu, una vida que pueda realmente y sencillamente estar apoyada en hacer buenas obras. Queremos que de nuestro corazón hable la boca, que el Señor nos bendiga a todos y que el Señor nos permita caminar en este espíritu, en esta verdad, en esta vida, finalizó su homilía la primera autoridad de la Iglesia Cochabambina.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE COCHABAMBA
Vivir el Jubileo
Pero vean
que en realidad ya lo que hoy está proclamando Dios mismo a través de esta
liturgia y de esta Palabra va en sintonía total no sólo de aquello que ha de
venir sino propiamente también de lo que sea nuestro camino de jubileo. La
actitud por tanto de estas hermanas, de estos hermanos de esta comunidad en la
parroquia de San Gerardo nos acompaña de manera muy bella. Queremos vivir el
jubileo de esta manera, queremos de verdad entrar en el espíritu de Dios en un
año de gracia, un año de misericordia, de perdón, de amor. Un año que nos
invite a justamente vivirlo con gozo y alegría todas estas situaciones que
nosotros podemos vivir como cristianos, como comunidad también cristiana.
Coherencia en lo que decimos y vivimos
Vean que el
Eclesiástico en definitiva y en resumen lo que está presentando es la necesidad
de esta coherencia entre lo que sea la palabra, lo que se dice y lo que se
hace, lo que podemos vivir y lo que podemos decir.
La conclusión del evangelio al final es hermosísima las palabras del corazón, de lo que sobreabunde en el corazón habla la boca. Pero vean que en realidad con imágenes muy bellas nos está diciendo justamente cuál es el peso del ser humano, qué es lo que tiene en el corazón se manifiesta después a los demás, cómo medir a un ser humano, cómo medirlo, cómo ver su calidad, cómo hacer que realmente éste tiene un camino de hacia la sabiduría total. En las acciones ciertamente que Dios ya las tiene.
Debemos actuar a modelo de Dios
Reconciliados, agradecidos, perdonados, fraternos, queridos, amándonos los unos a los otros. Por eso de verdad, yo espero que ciertamente esto también, esta primera lectura ya, a nosotros no sólo nos haga sobreabundar en el corazón de obras de vida eterna, de obras buenas, de buen corazón, de buen espíritu, de buen sentimiento, sino también nos ayude a hablar dignamente. Y todos tenemos que corregir en esto, todos, si de nuestra boca sale sólo resentimientos, o si de nuestra boca sale sólo malas palabras, injurias, amenazas, o si de nuestra boca salen rencores y frustraciones, es lo que vivimos en el corazón.
La Gloria de Dios
Lo segundo
aparece en esta segunda lectura. A veces decimos, ¿qué relación tiene la
segunda lectura con toda la temática o la palabra de Dios de hoy? Y sí que
tiene, siempre tiene, porque es mirar desde otra perspectiva aquello
fundamental. En otras palabras, ¿cuál es la gloria de Dios? ¿En qué consiste la
magnificencia de Dios? ¿En qué consiste el poder de Dios, la soberanía de Dios?
Díganme ustedes, ¿acaso consiste en un poder que puede hacer sólo milagros?
¿Acaso su soberanía es porque él es la autoridad máxima y tiene dominio sobre
todo? ¿Acaso su autoridad es del juez que puede aniquilar a unos y salvar a
otros? La gloria de Dios consiste en este amor de la trinidad de Padre Hijo
Espíritu. La gloria de Dios se reduce a la victoria de la vida sobre la muerte.
Su justicia y su poder se reducen al amor, la misericordia y el perdón. No es
un Dios justiciero, es un Dios que te ama y me ama. Es un Dios que nos ha
creado para ser peregrinos en este mundo, pero para ir y vivir en la gloria
suya.
Trasciende
porque ama al otro. Que nuestra trascendencia sea lo mismo, hermanos míos,
hermanas mías. Cuando los papás son felices porque trascienden en los hijos, es
una maravilla, creo yo.
Pero hay algo también importante para todo ser humano. La posibilidad de trascender hacia los demás, de trascender en sí mismo a través de lo que tenemos en el corazón del amor, de las obras de eternidad, de la caridad, de la fraternidad, de la reconciliación. Es posible trascender en este mundo. Es posible hacer obras de vida eterna en este mundo. Es posible vivir el cielo en este mundo. Ya.
¿Puede guiar un ciego a otro ciego? No. ¿Puede un árbol bueno dar frutos malos? No. No te fijes en la paja de tu hermano, sino en la viga que tienes tú. Y al final es hermosísimo, ¿no? Dice el hombre bueno, saque el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saque el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Queridos hermanos y hermanas, queremos ser discípulos agradecidos a Dios, agradecidos a su amor y su perdón.
Queremos que el Señor nos ayude a construir un buen corazón, un buen espíritu, una vida que pueda realmente y sencillamente estar apoyada en hacer buenas obras. Queremos que de nuestro corazón hable la boca, que el Señor nos bendiga a todos y que el Señor nos permita caminar en este espíritu, en esta verdad, en esta vida.
Amén.

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