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ES POSIBLE VIVIR EL CIELO EN ESTE MUNDO SEÑALA MONS. OSCAR APARICIO


El Arzobispo de Cochabamba, Mons. Oscar Aparicio, durante la alocución de sus homilía dominical explicó que la posibilidad de trascender hacia los demás, de trascender en sí mismo a través de lo que tenemos en el corazón del amor, de las obras de eternidad, de la caridad, de la fraternidad, de la reconciliación. Es posible trascender en este mundo. Es posible hacer obras de vida eterna en este mundo. Es posible vivir el cielo en este mundo. Ya.

 Por eso, hermanos, espero que de verdad nuestra trascendencia vaya también en este sentido. Si ustedes se dan cuenta, de un ser humano, ¿qué es lo que más se destaca? ¿Qué es lo que más se destaca? El haber vivido en profundidad el amor y haberlo transmitido a los demás. El amor que se traduce en vida y en vida eterna. Nos está dando el Señor la clave de todo esto. Por eso las recomendaciones finales son una maravilla para nosotros, ¿no diría? Repásenlas, repásenlas. Vayan viendo continuamente lo que está diciendo, señaló.

 Queremos que el Señor nos ayude a construir un buen corazón, un buen espíritu, una vida que pueda realmente y sencillamente estar apoyada en hacer buenas obras. Queremos que de nuestro corazón hable la boca, que el Señor nos bendiga a todos y que el Señor nos permita caminar en este espíritu, en esta verdad, en esta vida, finalizó su homilía la primera autoridad de la Iglesia Cochabambina.

HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

 En este domingo octavo del tiempo ordinario, ya pronto propiamente a la víspera de vivir la Cuaresma. Sabemos que el próximo miércoles iniciamos este camino cuaresmal con el miércoles de ceniza, lo llamamos así porque se impone la ceniza en nuestras cabezas. Es un modo de propiamente reconocer nuestra debilidad, nuestra fragilidad, del polvo somos al polvo retornaremos, la necesidad de convertirnos. Conviértete y crea en el Evangelio, son las antífonas que nos acompañan también en esta celebración a la que ya les anticipo que celebraremos el día miércoles también aquí en la Catedral.

Vivir el Jubileo

Pero vean que en realidad ya lo que hoy está proclamando Dios mismo a través de esta liturgia y de esta Palabra va en sintonía total no sólo de aquello que ha de venir sino propiamente también de lo que sea nuestro camino de jubileo. La actitud por tanto de estas hermanas, de estos hermanos de esta comunidad en la parroquia de San Gerardo nos acompaña de manera muy bella. Queremos vivir el jubileo de esta manera, queremos de verdad entrar en el espíritu de Dios en un año de gracia, un año de misericordia, de perdón, de amor. Un año que nos invite a justamente vivirlo con gozo y alegría todas estas situaciones que nosotros podemos vivir como cristianos, como comunidad también cristiana.

Coherencia en lo que decimos y vivimos

Vean que el Eclesiástico en definitiva y en resumen lo que está presentando es la necesidad de esta coherencia entre lo que sea la palabra, lo que se dice y lo que se hace, lo que podemos vivir y lo que podemos decir.

La conclusión del evangelio al final es hermosísima las palabras del corazón, de lo que sobreabunde en el corazón habla la boca. Pero vean que en realidad con imágenes muy bellas nos está diciendo justamente cuál es el peso del ser humano, qué es lo que tiene en el corazón se manifiesta después a los demás, cómo medir a un ser humano, cómo medirlo, cómo ver su calidad, cómo hacer que realmente éste tiene un camino de hacia la sabiduría total. En las acciones ciertamente que Dios ya las tiene.

Debemos actuar a modelo de Dios

 ¿Cuál es la manifestación o lo que Dios habla, lo que tiene en el corazón? Te amo, te amo, te amo. Y lo dice siempre, constantemente. Te perdono, te perdono, te perdono. Y lo dice siempre, he vencido a la muerte y te doy la vida, la vida, la vida. El modo de actuar de Dios, manifestado de miles de formas, está justamente resumido diríamos propiamente en estas palabras, es el Dios de la vida y de la historia. A modelo de él, por tanto, debemos también nosotros seguramente actuar.

 Si queremos ser sabios en este mundo, si queremos caminar como buenos discípulos del Señor, si queremos de verdad encontrar un sentido profundo a la vida, será justamente con un modelo suyo, aprendiendo de Él. ¿Por qué el Salmo dice, es bueno darte gracias Señor? Porque definitivamente, Dios que actúa, nos enseña también a nosotros a actuar. Dios que vive en este mundo, nos enseña a cómo vivir en este mundo.

Reconciliados, agradecidos, perdonados, fraternos, queridos, amándonos los unos a los otros. Por eso de verdad, yo espero que ciertamente esto también, esta primera lectura ya, a nosotros no sólo nos haga sobreabundar en el corazón de obras de vida eterna, de obras buenas, de buen corazón, de buen espíritu, de buen sentimiento, sino también nos ayude a hablar dignamente. Y todos tenemos que corregir en esto, todos, si de nuestra boca sale sólo resentimientos, o si de nuestra boca sale sólo malas palabras, injurias, amenazas, o si de nuestra boca salen rencores y frustraciones, es lo que vivimos en el corazón.

 Esperemos que de verdad, de nuestra boca salga más bien esta palabra fraterna de amor, de perdón, de reconciliación, de fraternidad, de jubileo propiamente lo que estamos viviendo y lo que estamos haciendo. Por eso yo creo que ya de verdad la primera lectura es de una manera iluminativa para cada uno de nosotros.

La Gloria de Dios

Lo segundo aparece en esta segunda lectura. A veces decimos, ¿qué relación tiene la segunda lectura con toda la temática o la palabra de Dios de hoy? Y sí que tiene, siempre tiene, porque es mirar desde otra perspectiva aquello fundamental. En otras palabras, ¿cuál es la gloria de Dios? ¿En qué consiste la magnificencia de Dios? ¿En qué consiste el poder de Dios, la soberanía de Dios? Díganme ustedes, ¿acaso consiste en un poder que puede hacer sólo milagros? ¿Acaso su soberanía es porque él es la autoridad máxima y tiene dominio sobre todo? ¿Acaso su autoridad es del juez que puede aniquilar a unos y salvar a otros? La gloria de Dios consiste en este amor de la trinidad de Padre Hijo Espíritu. La gloria de Dios se reduce a la victoria de la vida sobre la muerte. Su justicia y su poder se reducen al amor, la misericordia y el perdón. No es un Dios justiciero, es un Dios que te ama y me ama. Es un Dios que nos ha creado para ser peregrinos en este mundo, pero para ir y vivir en la gloria suya.

 Que este Dios nos permita a nosotros también trascender, porque él trasciende así. Él trasciende así en el amor, la misericordia, el perdón, la justicia y la paz. Va más allá de sí mismo.

Trasciende porque ama al otro. Que nuestra trascendencia sea lo mismo, hermanos míos, hermanas mías. Cuando los papás son felices porque trascienden en los hijos, es una maravilla, creo yo.

Pero hay algo también importante para todo ser humano. La posibilidad de trascender hacia los demás, de trascender en sí mismo a través de lo que tenemos en el corazón del amor, de las obras de eternidad, de la caridad, de la fraternidad, de la reconciliación. Es posible trascender en este mundo. Es posible hacer obras de vida eterna en este mundo. Es posible vivir el cielo en este mundo. Ya.

 Por eso, hermanos, espero que de verdad nuestra trascendencia vaya también en este sentido. Si ustedes se dan cuenta, se dan cuenta, de un ser humano, ¿qué es lo que más se destaca? ¿Qué es lo que más se destaca? El haber vivido en profundidad el amor y haberlo transmitido a los demás. El amor que se traduce en vida y en vida eterna. Nos está dando el Señor la clave de todo esto. Por eso las recomendaciones finales son una maravilla para nosotros, ¿no diría? Repásenlas, repásenlas. Vayan viendo continuamente lo que está diciendo.

¿Puede guiar un ciego a otro ciego? No. ¿Puede un árbol bueno dar frutos malos? No. No te fijes en la paja de tu hermano, sino en la viga que tienes tú. Y al final es hermosísimo, ¿no? Dice el hombre bueno, saque el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saque el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Queridos hermanos y hermanas, queremos ser discípulos agradecidos a Dios, agradecidos a su amor y su perdón.

Queremos que el Señor nos ayude a construir un buen corazón, un buen espíritu, una vida que pueda realmente y sencillamente estar apoyada en hacer buenas obras. Queremos que de nuestro corazón hable la boca, que el Señor nos bendiga a todos y que el Señor nos permita caminar en este espíritu, en esta verdad, en esta vida.

Amén.

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