ARZOBISPO DE COCHABAMBA PIDE VOLCAR NUESTRA MIRADA A DIOS

 


Durante la alocución de su homilía dominical, Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba pidió volcar la mirada a Dios a nosotros y volcar la mirada hacia el otro.

Durante este domingo cuarto de Cuaresma el Arzobispo recordó que es importante tomar en cuenta cómo actúa Dios, quién es Dios y quienes somos nosotros respecto a Dios.

HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

En nuestro camino itinerario hacia la Pascua, nuestra preparación de Cuaresma, ya estamos en este cuarto domingo de cuaresma, por tanto, estamos prontos ya, casi decíamos hacia las vísperas de celebrar la Pascua del Señor.

 Aspectos fundamentales de Cuaresma

 Desde el inicio les he invitado a ustedes a tener atención en algunos aspectos fundamentales, hoy se los vuelvo a recordar, así como he estado haciendo todos los domingos. Conviene, en este tiempo de cuaresma, de gracia, de penitencia, de conversión, tiempo de ayuno, de oración y penitencia, conviene que podamos en primer lugar tener la atención, volcar nuestra mirada a Dios, ¿quién es Dios?, ¿cómo actúa Dios? y ¿cómo nosotros podemos aprender de Dios? Es fundamental poner nuestra atención en Él.

Segundo aspecto importante, poner la atención en nosotros mismos, ¿Quién eres tú?, ¿Quién te consideras?, ¿Cuáles son tus virtudes?, ¿Cuáles tus defectos?, ¿Cuál y quién eres tú respecto también a este Dios?, ¿te asemejas a Él?, ¿Dónde te aprieta el zapato?, ¿Qué es lo que tienes en el corazón y en el espíritu?, ¿bajo qué o qué aspectos o postulados corres? Es decir, es fundamental poner la atención en nosotros mismos. Y tercer, tercera mirada o tercera atención es al otro, a los hermanos, al que vive cerca tuyo, al próximo, el otro, el otro porque no estamos solos en este mundo, no estamos solos, hemos nacido para vivir en sociedad, en comunidad, por tanto se trata de mirar a tu familia, se trata de ver tu comunidad, se trata de ver la sociedad misma. Les invito por tanto a no perder, no perder de la mirada en esto, de poner nuestra atención en esto.

Y vean que hoy día la Palabra de Dios es excelente para poder justamente ayudarnos a iluminarnos en estas situaciones concretas de Dios, de nosotros mismos y del otro. Veamos con calmita la parábola y veremos que de verdad nos ilumina y cuánto nos ilumina. Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo, se acercaban.

 ¿Quiénes? Los necesitados, los pecadores. Aquellos que han escuchado una palabra de amor, de misericordia, de perdón, pero los fariseos, que no se consideran pecadores, y los escribas murmuraban diciendo, este hombre exhibe a los pecadores y come con ellos. Y entonces Jesús aplica la parábola.

 La misericordia y el amor de Dios

 Primera cosa que creo que hay que tomar en cuenta, ya aparece, ya aparece aquí la actitud de los seres humanos. Por un lado los pecadores y por otro lado aquellos que no se creen pecadores. Ya aparece la misericordia y el amor de Dios.

El rostro misericordioso en este mundo de Dios es Jesús. ¿Qué es lo que les reprochan los escribas y los fariseos? ¿Por qué comes con pecadores? ¿Por qué tienes atención a los pecadores? Muestra una actitud que podría no ser normal. Muestra las actitudes del Padre.

Por eso vean como ya en la parábola Jesús está diciendo quién es el Padre, quién es Dios, quién es como Él. ¿Qué actitudes tiene? Cuando su hijo menor le pide, le pide su herencia y irse de casa, algo gravísimo para un Padre, ¿no es cierto? Quiere alejarse, no lo considera Padre, no considera que es la casa paterna, considera que este es un patrón. La ligación que tiene con Él no es filial, no es de hijo.

 Padre, dame mi herencia y yo me iré. No es usual que el Padre dé la herencia. Ni en nuestro medio, en el tiempo de Jesús tampoco.

Lo normal, lo usual es que se dé la herencia cuando el Padre ya haya partido y pueda darle herencia a los demás. En este caso, el Padre cede y entrega la herencia, lo que le corresponde, de los bienes. Sabemos que la historia dice que el hijo va, hace de su vida intentando autoafirmarse, intentando ser aquel que se basa en los bienes, quiere y busca el sentido a su vida, malgasta todo lo que tiene y vive en la miseria.

Y después entre inconsciencia dice volver a la casa de mi Padre. Escuchen bien las palabras de este hijo. Dice, ya no te llamaré como de un jornalero a un patrón.

Padre, he pecado contra ti. No merezco ser llamado hijo tuyo. Y se torna a la casa del Padre.

 El hijo, el Padre, ¿qué es lo que hace? Y lo describe aquí de una manera, en pocas líneas, de lo más excelente que es el actuar de Dios. Así ha sido desproporcionado en darle herencia porque lo ha matado al extremo. Hace cosas que no están en lo usual, en lo normal.

El Amor de Dios nuestro Padre

Por amor lo hace el Padre en este momento, ¿qué está haciendo? Espera al hijo. Y si el hijo se ha ido meses o tanto tiempo y el Padre está esperándolo, significa que cada día, cada noche tiene la esperanza que el hijo vuelva. Vean el amor desproporcionado, la esperanza desproporcionada que este hijo retorne.

Al retornar y al ver al hijo, ¿qué es lo que hace el Padre? Corre. Y corre al encuentro. Bien hermanos, esto no es usual ni era usual en el tiempo de Jesús, entre los contemporáneos de Jesús, en la cultura judía. El papá o el que tiene más autoridad no podía rebajarse a tal punto de correr, de manifestar esta actitud, de abrazarlo efusivamente y besarlo. Eso no está permitido, eso no era lo usual, eso no tendría que haberse dado. Sin embargo, este Padre que ha estado esperando, corre, lo abraza, lo besa.

 Padre, no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como uno de tus coroneles. ¿El Padre qué hace? Traigan el mejor vestido, vístanlo de la dignidad del ser humano. Es mi hijo.

Pónganle el anillo. Es hijo, es filial, tiene la filiación divina, es rey. Pónganle sandalias en los pies, es decir, denle la dignidad de hombre libre.

 Los esclavos andaban descalzos. Maten al carnero, cebado y hagamos fiesta. Vean qué desproporción. Este Padre ama tanto a su hijo que absolutamente perdonar no le interesa la herencia, no le interesa el que haya malgastado, no le interesa que haya tenido el pecado, le interesa una cosa nada más, que ha retornado a la casa, lo perdona y le da toda la dignidad y pasa a la fiesta. Pasa a la fiesta. Es la desproporción justamente de Dios que te ama a ti y me ama a ti.

 Profunda y grandemente, desproporcionadamente. Que te perdona, que si tú no te has considerado hijo, él te considera hijo. Que si tú te has alejado, él te recibe con los brazos abiertos.

Experimentar el amor de Dios

 Por eso veíamos que era tan importante y fundamental hacer experiencia de Dios, hacer experiencia de Jesucristo. El hijo menor, ya hemos dicho que es un bandolero, no? Es un malcriado, es uno que quiere hacer su voluntad, es el que quiere autoafirmarse, es un rebelde, es un arrogante, es un malcriado, es un atrevido, diríamos así. Se atreve a cosas porque quiere hacer lo que es, ¿no es cierto? Yo espero que se hayan dado cuenta que muchas veces somos así.

 Piden aquello que ni siquiera es usual, no es normal, en nombre de él mismo. ¿Cuántos habremos así en este mundo? Y ni siquiera pensemos en que aquellos que tienen autoridades y son poderosos, sean diferentes. No es verdad. A veces es elevado a la décima potencia. Hace experiencia fuera de la casa del Padre, de querer alimentarse del alimento de los siervos. Cae a esa miseria, a esa mezquindad, cae a esa deshumanización total.

 Experimenta que fuera del amor de Dios, es nada. Experimenta que teniendo y inculcando el pecado en su corazón, prácticamente no tiene sentido a nada. Experimenta que basado solamente en sus fuerzas, vive la mayor atrocidad de su debilidad.

Experimenta la muerte, el pecado, la desolación. Hermanos míos, el pecado a cualquier ser humano lo deshumaniza. El no reconocer a Dios como tal nos deshumaniza.

Si entra en esta conciencia, se da cuenta que lo mejor es retornar a Dios, a Dios Padre. De que contra el cielo y contra ti, no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como uno de tus jornaleros. Es entrar en conciencia de que somos pecadores, frágiles, débiles, y que nuestras fuerzas no nos llevan a demasiado lejos. Por eso el apóstol Pablo decía, déjense amar por Dios, déjense reconciliar con Dios, inmerecidamente. Dios nos humaniza, inmerecidamente Dios perdona, inmerecidamente Dios nos considera hijos libres, nos considera a tal punto que hace fiesta, nos invita a participar del banquete celestial.

 El hijo mayor, parece el más capito, ¿no cierto? Parece bueno. Siempre ha estado en la casa. De hecho, lo pescan en la actitud concreta de que volvía de haber hecho sus buenas labores.

 Es alguien que seguramente siempre está en casa, no se aleja, no se aleja. Escuchando el ruido de la fiesta, dice, ¿qué es lo que pasa? Se lo cuentan rapidito. Es tu hermano que ha vuelto. Tu padre ha hecho fiesta. Y el hijo no quiere entrar a la fiesta. Rechaza participar de la fiesta, del banquete.

¿Acaso el banquete y la fiesta no es presagio de la casa, de la casa paterna? Esto no ha entendido este hermano mayor. No quiere participar del gozo, del perdón, del amor, ni de la casa paterna, por tanto, ni de la fiesta, del banquete. Como no quiere entrar el padre, va donde él. Hijo mío, hijo mío, ¿por qué no entras? Porque yo siempre he estado contigo. Yo siempre te he considerado. Yo siempre he estado atento.

Vean la actitud del hijo, ¿cuál es? Considera a aquel como un patrón, esperando que después le toque la herencia. Tú, le dice, has hecho fiesta por aquel que ha sido un bandolero, un malcriado, un rebelde. Tú has hecho fiesta por ese hijo tuyo.

 Vean la actitud del hermano mayor. No considera a su hermano como tal. No considera a su padre como tal. Y se niega en sí mismo. Hijo mío, tú estás siempre conmigo y todo lo que es mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida.

Estaba perdido y ha sido encontrado. Queridos hermanos y hermanas, volcamos nuestra atención siempre a Dios. Volcamos nuestra mirada a nosotros y volquemos la mirada hacia el otro, el prójimo.

 

Amén.


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