Bueno, en
este lenguaje común, en este lenguaje común, de verdad que este Pentecostés,
este Espíritu de Dios, la Iglesia que está, que ha recibido este Espíritu, sea
capaz también de transmitir más allá de sólo una preocupación, más allá de sólo
un sentimiento, más allá de sólo los miedos y temores y las frustraciones, más
allá de lo que pueda ser también este sentir el clima o lo que sea, que de
verdad, viendo a nosotros, sea posible de que se han roto las barreras y es
posible vivir como hermanos, como hermanas, enfrentando juntos también,
sinodalmente, lo que es nuestro caminar por el bien de la humanidad, DE ESTA
MANERA Mons. Oscar Aparicio se refirió a la Fiesta de Pentecostés que la
Iglesia Católica recuerda hoy, durante su homilía pronunciada en la Misa
dominical en la Catedral San Sebastián de Cochabamba.
Felicidades
entonces, Iglesia en Cochabamba. Felicidades, que cumplamos bien nuestra
misión, que esto nos dé alegría, gozo y paz, dijo refiriéndose a la Fiesta del
nacimiento de la Iglesia católica que recordamos el día de hoy.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE COCHABAMBA
DOMINGO 08 DE JUNIO FIESTA DE PENTECOSTÉS
Hoy
celebramos Pentecostés a 50 días de la Pascua, el Domingo de Gloria, donde si
les recuerdo a ustedes se nos anunciaba el Nacimiento del Señor, o mejor la
Pascua del Señor, o mejor la Resurrección del Señor, aquello que ya en la
Vigilia hemos escuchado, en la Vigilia Pascual. ¿Por qué buscan entre los
muertos aquel que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Es el anuncio
evangelizador, la buena noticia por tanto.
Les
recuerdo también que el primer domingo de Pascua leíamos exactamente esta
lectura del Evangelio que también hemos escuchado, pero desde una perspectiva
de aquellos frutos que trae el Espíritu Santo o que trae Jesús resucitado. Vean
que en realidad cuando hablamos de la encarnación del Señor, cuando hablamos
del Espíritu, cuando hablamos de la paz que trae, cuando hablamos por tanto de
la Ascensión que la hemos celebrado ahora, o cuando hablamos hoy de
Pentecostés, estamos hablando de un mismo acontecimiento. Si lo subdividimos,
no sólo litúrgicamente, sino también en días y en festividades que podamos
hacer, es no sólo para remarcar algunos aspectos fundamentales, sino también
para que nosotros pedagógicamente y poco a poco vayamos entrando en estos
misterios que nunca los trataremos o nunca los lograremos del todo descifrar.
Porque no
se trata de eso, se trata justamente de ir viviendo esta presencia del Señor de
esta manera. Si recuerdan bien el anterior domingo de la Ascensión, ya se nos
hablaba justamente de este tiempo del Espíritu. Jesús que envía este Espíritu y
hace posible que habite en este mundo.
Dios Espíritu Santo
Dios que es
Padre, Hijo y Espíritu se manifiesta de estas maneras. Se ha manifestado
históricamente en el Hijo, en Jesús de Nazaret. Aquel que muere queda
sepultado, pero resucita y que se presenta a sus discípulos ofreciéndoles
también todos estos frutos de la resurrección de la vida, pero que envía el
Espíritu y hace posible que nazca la Iglesia.
Y al nacer
la Iglesia significa entonces que también el tiempo del Espíritu, después de
que Jesús asciende, se hace presente y el tiempo de la Iglesia se hace
presente. Por eso hermanos, queridos hermanos, estamos imbuidos de todos estos
misterios y estos acontecimientos. Lo que hoy estamos celebrando, más allá del
nacimiento de la Iglesia, más allá de lo que pueda ser también esta presencia
real y verdadera, más allá de nuestro camino en este año jubilar, más allá de
todas aquellas situaciones donde subrayamos uno u otro aspecto.
Lo que
estamos celebrando es el verdadero envío del Espíritu a nosotros, a esta
Iglesia, aquí en Cochabamba, a nuestras comunidades, a nuestras familias, a
nuestra Iglesia presente. Lo que estamos diciendo entonces es justamente lo que
narra el Hechos de los Apóstoles en la primera lectura, hoy se hace presente.
El Señor Dios hace posible que este Espíritu esté presente y sea insuflado por
Él a las personas.
Si la
característica allí es algo muy concreto, se trata de un lenguaje común, se
trata de un lenguaje comprensible, se trata por tanto de un Espíritu presente
en estos corazones que son capaces de escuchar este lenguaje, así se diga, de
miles de formas. ¿Cuál es el aspecto fundamental y central? El hecho del
Espíritu de Dios presente en las personas. O lo que diera Pablo, ¿no es cierto?
Pablo dice tenemos una multiplicidad de dones, de formas, de pensamientos, de modos
de ser, sin embargo el Espíritu es el que nos hace reconocer a Dios como Padre.
El Espíritu Santo unifica
Es el
Espíritu que nos hace aclamar que Jesús es el Señor y es resucitado. Por tanto,
lo que nos unifica, lo que es común a nosotros, lo que está propio en nuestro
ser de iglesia, es este Espíritu Santo que habita en los corazones y en la
iglesia. Por tanto, hermanos, esto no es teoría.
Espero que
esto realmente se haga y se realice también hoy entre nosotros. El año pasado
era el año pasado. El acontecimiento de los apóstoles que están reunidos en el
cenáculo y Jesús se presenta a ellos es de aquel momento.
Sin
embargo, aquello que ha acontecido allá, aquello que ha acontecido entre
nosotros también los años anteriores, hoy se renueva y se hace una realidad.
Pentecostés la celebramos hoy. La renovación de la iglesia la celebramos hoy.
En otras
palabras, hoy es que Jesús al atardecer del día primero de la semana, cuando
los discípulos están reunidos con las puertas cerradas por temor a los judíos,
llega Jesús, poniéndose en medio, les dice la paz con ustedes. El primer
domingo de Pascua hemos hablado mucho de esta paz. ¿En qué consiste esta paz?
En síntesis, es esta presencia serena de Dios que te ama profundamente, que ama
a la humanidad profundamente.
Este amor
que se derrama en los corazones. Esta presencia de Jesús resucitado que da
certeza en la vida, que habilita o que ayuda a enfrentar las adversidades. Esta
paz que hace posible también que nosotros tengamos un mismo lenguaje, un mismo
entendimiento, que vivamos en esta comunión con Dios que es Padre, Hijo y
Espíritu, pero también entre hermanos.
Es esta paz
que nos ayuda a caminar en este mundo como peregrinos de esperanza. Pero vean
que después de esto, aunque reiterativamente lo vuelve a decir Jesús este
saludo de la paz, dice algo en concreto. Sopla sobre ellos y añadió.
Reciban el Espíritu Santo
Reciban al
Espíritu Santo. Hoy hermanos pentecostés, aquí en esta catedral, entre
nosotros, se escucha nuevamente esta palabra. La paz sea con ustedes y reciban
el Espíritu Santo.
Este es el
acontecimiento. Este es el gran milagro. Este espíritu capaz de hacernos
hermanos.
Este
espíritu capaz de hacernos una comunidad que camina hacia adelante. Esta
comunidad que asume la misión de Jesús ya se presenta en este mundo de hoy,
aquí, entre nosotros, este año, en este territorio, en esta nación, en este
país, en estas ciudades, en estos pueblos, en estas familias. Hacen presencia,
hacen el anuncio de la presencia del Señor.
Hacen
presente el Evangelio, la buena noticia. Se dan cuenta que entonces estamos en
función también nosotros de los demás. Estamos en función de aquellos que
necesitan escuchar esta buena noticia.
Es posible vivir como hermanos
Estamos en
función de aquellos que deben acercarse a Dios. Estamos en función de aquellos
que puedan recibir también el Espíritu Santo. Esta es nuestra misión.
Esta es
nuestra tarea. Por tanto, hermanos, yo creo que hay que animarse, ¿no es
cierto?, a saber que somos de aquellos creyentes, discípulos, misioneros del
Señor. Somos aquellos de hoy, pero que acontece también en lo que ha sido, en
el Pentecostés, que narra los hechos de los apóstoles y narra también el
Evangelio.
Felicidades
entonces, Iglesia en Cochabamba. Felicidades, que cumplamos bien nuestra
misión, que esto nos dé alegría, gozo y paz. No hay nada más que hablar en los
micros o en los taxi trufis o lo que
sea, o en las calles, o en las casas, qué grave situación estamos viviendo y
qué frío hace.
Es el
lenguaje común. Bueno, en este lenguaje común, en este lenguaje común, de
verdad que este Pentecostés, este Espíritu de Dios, la Iglesia que está, que ha
recibido este Espíritu, sea capaz también de transmitir más allá de sólo una
preocupación, más allá de sólo un sentimiento, más allá de sólo los miedos y
temores y las frustraciones, más allá de lo que pueda ser también este sentir
el clima o lo que sea, que de verdad, viendo a nosotros, sea posible de que se
han roto las barreras y es posible vivir como hermanos, como hermanas,
enfrentando juntos también, sinodalmente, lo que es nuestro caminar por el bien
de la humanidad.
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