Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba resaltó durante su homilía que necesitamos reconocer que no somos dioses nosotros, ni siquiera de nosotros mismos, reconocer que mirando a Dios miramos a los demás, reconocer que aceptando el amor de Dios podemos transmitir amor a los demás, reconociendo que siendo perdonados podemos reconciliarnos entre nosotros, podemos ejercer un poder de servicio, porque definitivamente se trata de esto, se trata de respondiendo al amor de Dios, ser capaces de amar y construir la vida también en medio de nuestro mundo, dijo.
Durante las celebraciones se tuvo gran
participación de estudiantes de las Unidades Educativas pertenecientes a la
Comunidad Educativa de la Iglesia Local.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO
ARZOBISPO DE
COCHABAMBA
DOMINGO DE RAMOS
2025
Muy amados hermanos y hermanas, iniciamos la Semana Santa y lo hacemos con esta celebración que me imagino que igual que a mí, a ustedes les impacta, en tantos motivos que se presentan. La gran gloria de Dios, el reconocimiento de que Dios es Rey, que Dios es el Salvador, que Dios con nosotros, es decir Jesús que nos salva, está entre nosotros, que camina por nuestras calles, que es aclamado, que es reconocido como aquel que trae la vida y la salvación, como aquel que nos bendice. Jesús presente en nuestras vidas y tiene una característica muy importante hoy este año porque es justamente si nosotros que como Iglesia caminamos juntos, hacemos sínodo, Jesús camina con nosotros y los reconocemos entre nosotros.
Vean qué consonancia tiene con lo que Dios mismo ya había dicho a su pueblo que quién es él. La identidad de Dios es el yo soy el que soy. Jesús dice, yo soy.
Pero por otro lado, hermanos, en esta celebración se contempla y se puede ver la gran ironía y la gran ambigüedad del ser humano. Aquellos que gritan y dicen, Rey de los judíos, reconocen que es Rey, lo glorifican, baten las palmas, hosanna al Hijo de Dios, de alguna manera están diciendo, reconociendo que Jesús está presente, que es el Cristo, es el Mesías, es el Salvador. Poco después son aquellos mismos que pueden decir, crucifícalo.
La gran ambigüedad del ser humano. El ser humano necesita ser salvado, necesita ser cambiado en el corazón, necesita otro espíritu. ¿Y por qué? Porque muchas veces cae justamente en esta corrupción de lo que puede ser su propio espíritu y su propio ser.
En su mayor debilidad el ser humano encuentra un corazón torcido, un espíritu alejado de Dios, una autosuficiencia y una arrogancia de creerse dueño del mundo, de creerse dueño de todo. ¿Y acaso no tenemos ejemplos de todo tipo? Se es capaz de manipular cualquier situación, cualquier juicio, así aparece en el Evangelio. La ambigüedad del ser humano, cuando puede tener y ejercer la autoridad o el poder, es capaz, si tiene un corazón corrompido, es capaz de hacer cualquier cosa para mantener su poder.
El ser humano, desviado del amor, de la vida y de la compasión, es capaz de entrar en lo contrario absolutamente, en la traición, en la mentira, en la falsedad, en la muerte a los demás. El ser humano necesita ser salvado, necesita tener el espíritu de Dios. ¿Acaso en los dos ladrones no se ve aquello? Aquel que no reconoce su culpa, aquel que lo justifica todo, aquel que es capaz de insultar también a Jesús padeciendo en la cruz.
Y está el otro que es capaz de reconocer su debilidad, su fragilidad, su culpa, su pecado y recurrir a Jesús. Perdónanos, Señor. Perdóname, Señor.
Tenme en cuenta cuando estés en el paraíso. Queridos hermanos y hermanas, les invito que entonces, en esta realidad, en esta proclamación de la Palabra, entrando en nosotros mismos reconociendo lo que somos, podamos iniciar esta Semana Santa. Durante toda la cuaresma hemos estado insistiendo mucho en lo que venga a ser justamente en el de mirar a Dios, su gran amor, su misericordia.
Mirar a los demás, a los otros. Conocer las necesidades de los demás y entrando en solidaridad seamos capaces también, a modelo de Jesús, ser constructores en este reino de Dios aquí, en medio nuestro, de nuestra realidad, de nuestras familias, de nuestra comunidad, de nuestra sociedad, ser capaces también de construir la vida, de tener obras de vida eterna, de que el reino de Dios se haga presente en medio de nosotros, poniendo buen espíritu, convirtiéndonos para eso, mirando al otro, al que más necesita y entrando también en esta solidaridad, mirarnos a nosotros mismos para saber que somos necesitados de Dios, somos necesitados de la salvación, necesitamos reconocer los errores, necesitamos conocer que nos equivocamos, necesitamos reconocer que no somos dioses nosotros, ni siquiera de nosotros mismos, reconocer que mirando a Dios miramos a los demás, reconocer que aceptando el amor de Dios podemos transmitir amor a los demás, reconociendo que siendo perdonados podemos reconciliarnos entre nosotros, podemos ejercer un poder de servicio, porque definitivamente se trata de esto, se trata de respondiendo al amor de Dios, ser capaces de amar y construir la vida también en medio de nuestro mundo.
Les invito pues entonces hermanos a que podamos concluir esta celebración, pero también con este sentido total de saber que Jesús pasa por nuestras vidas, que nos viene al auxilio nuestro y que nos lleve también a todos nosotros, a todos nosotros, a que la vida se haga presente en nuestro ser y a través nuestro.
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