EL EGOISMO UN PECADO SERIO DE ESTA HUMANIDAD DESTACA ARZOBISPO DE COCHABAMBA


Mons. Oscar Aparicio durante la alocución de su homilía dominical señaló que el  egoísmo es uno de los pecados más serios de este tiempo y de esta humanidad. De nosotros mismos, encorvarnos en nosotros mismos, pensar sólo en nosotros mismos y además tenemos, si ustedes ven, muchísimos ejemplos a ese nivel, muchísimos ejemplos. Si nosotros abrimos un poquito nuestros ojos a la sociedad, miramos a las actitudes con quienes compartimos esta sociedad o nosotros nos miramos a nosotros mismos, enfatizó.

 Mons. Aparicio resaltó que muchas veces vamos simple y sencillamente detrás de nuestros intereses, como si fuéramos los únicos que existiéramos. Queremos que a nosotros se nos salude, que a nosotros se nos dé la prioridad, que a nosotros se nos cumplan nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, que a nosotros nos escuchen, que a nosotros nos amen, que a nosotros nos disculpen, que a nosotros nos den lo mejor. Centrarse en nosotros mismos, amarse a sí mismo, el narcisismo es fatal, es una enfermedad, puntualizó.

 Uno que se complace viéndose a sí mismo y satisfaciéndose de sí mismo. La sociedad un poco es ésta, el ser humano es éste. Qué fundamental reconocer lo que somos, explicó el Prelado.

 

HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

DOMINGO 06 DE ABRIL

Muy amados hermanos y hermanas, estamos prácticamente a las vísperas de celebrar la Semana Santa, porque el próximo domingo ya comenzamos con el Domingo de Ramos. Iniciamos la Semana Santa en la cual también encontramos el Triduo Pascual litúrgicamente. Vean como la Palabra de Dios y la liturgia nos ha ido conduciendo en todo este tiempo de Cuaresma a encontrarnos con el Señor y con nuestros hermanos.

 Si ustedes recuerdan, desde el inicio ya, de este camino de Cuaresma, les invitaba a que pongamos nuestra mirada en nosotros mismos, en Dios y en los hermanos. Era fundamental o es fundamental mirar nuestra realidad, nuestra vida. Es fundamental mirarnos a nosotros mismos, no sólo para conocernos a nosotros mismos, sino fundamentalmente para ver lo que somos y a qué estamos llamados.

 Reconocer que somos débiles y frágiles

Es fundamental reconocer que ciertamente somos débiles, frágiles, pecadores nacidos del polvo y al polvo retornaremos. Hombres, mujeres,  necesitados de conversión, de reconocer que somos pecadores, no sólo tentados, sino también somos pecadores. Somos de aquellos que no siempre caminamos en los preceptos de Dios.

Somos de aquellos que nos centramos en nosotros mismos. Somos de aquellos que no miran a los demás y no ven sus necesidades. Por eso, vean que la primera invitación que se nos hacía hoy, a través del pedir perdón en el acto penitencial, que decíamos, perdónanos Señor, porque nos centramos en nosotros mismos o porque nos hemos centrado en nosotros mismos y no hemos tenido la capacidad de mirar más allá de mi yo.

El egoísmo un pecado serio

Por eso, el egoísmo es uno de los pecados más serios de este tiempo y de esta humanidad. De nosotros mismos, encorvarnos en nosotros mismos, pensar sólo en nosotros mismos y además tenemos, si ustedes ven, muchísimos ejemplos a ese nivel, muchísimos ejemplos. Si nosotros abrimos un poquito nuestros ojos a la sociedad, miramos a las actitudes con quienes compartimos esta sociedad o nosotros nos miramos a nosotros mismos.

Muchísimas veces vamos simple y sencillamente detrás de nuestros intereses, como si fuéramos los únicos que existiéramos. Queremos que a nosotros se nos salude, que a nosotros se nos dé la prioridad, que a nosotros se nos cumplan nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, que a nosotros nos escuchen, que a nosotros nos amen, que a nosotros nos disculpen, que a nosotros nos den lo mejor. Centrarse en nosotros mismos, amarse a sí mismo, el narcisismo es fatal, es una enfermedad.

Uno que se complace viéndose a sí mismo y satisfaciéndose de sí mismo. La sociedad un poco es ésta, el ser humano es éste. Qué fundamental reconocer lo que somos.

Reconocer que somos pecadores

Si el pueblo de Israel tiene algo de iluminar a nuestra vida en su experiencia es que se sabe pecador, se reconoce pecador. Si esto, hermanos, y en la cuaresma hemos hecho este camino en buena hora, hemos hecho un buen camino, porque por lo menos entramos en la humildad, en saber que nosotros no somos el centro del mundo, que nuestros pensamientos no son el centro del mundo, que nuestros postulados políticos no son el centro del mundo, que nuestros pedidos no son el centro del mundo, que existen los otros. Si nos centramos o mejor, miramos nosotros, ponemos nuestra mirada en nosotros, es para esto, para reconocer nuestras limitaciones, nuestro pecado.

Les he insistido mucho en que miremos también a Dios en esta Cuaresma, que miremos su forma de ser, que reconozcamos en Él lo que hace, que nos abramos a Él para saber cómo nos mira, cómo nos atiende, qué es lo que nos está diciendo. Y al final, el anterior domingo decía, en Jesús, en Jesús, aquel nacido de mujer, aquel que es hombre, que también es Dios, aquel que pasa su tiempo entre nosotros y tiene la misión, aquel que es una persona real y verdadera, aquel que es el rostro misericordioso de Dios, por tanto es Dios mismo, aquel nos muestra el actuar del Padre. ¿Por qué está con los pecadores? Porque no son los sanos que necesitan de médico.

Jesús aquel que te ama y te perdona

¿Por qué comparte su vida en este mundo? ¿Por qué comparte la dimensión humana? No sólo para experimentar que sea también hombre, sino para propiamente tener esta solidaridad profunda y seria, que es Dios mismo que se abaja y para salvar, para dar una perspectiva al ser humano. ¿Quién es Dios? ¿Quién es Jesús? Aquel que te ama, aquel que te perdona, aquel que te salva. Hermanos, yo espero que hayamos hecho experiencia en esta cuaresma de Jesús, que tengamos la misma situación en la que aparece hoy el Evangelio.

Jesús estando en el huerto de los olivos, así dice Jesús fue al monte de los olivos, al amanecer volvió al templo y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a la mujer que había sido sorprendida en adulterio. Más evidente que eso no puede existir. Esta mujer ha sido, ha sido sorprendida en pecado y en pecado de muerte. No hay justificativo alguno para reconocer que esta sí que es pecadora.

¿Tú eres pecador? ¿Tú eres pecadora? ¿O todavía te justificas? ¿Es evidente que tenemos el pecado de muerte? ¿Es evidente o no? ¿Por qué no nos entendemos aquí entre nosotros? ¿Por qué no somos capaces de solucionar tantos problemas? ¿Por qué no somos capaces de construir una sociedad más justa y más fraterna? ¿Por qué no somos capaces de construir familias y comunidades en el amor y el perdón? ¿Eres pecador? ¿Soy pecador? ¿Es evidente el pecado y el mal en medio nuestro?

 Poniéndola en medio de todos le dijeron a Jesús. Sabemos que poner en medio a una persona siempre bíblicamente ha significado poner al centro de la atención de todos. Así como lo ponen al paralítico en su momento, hoy la ponen a la pecadora. Evidentemente es reo de muerte. Debe ser lapidada, ex juzgada. Su pecado lo dicen. Ha sido pescada en fragante adulterio. Moisés y la ley nos ordenaron apedrear a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices? No lo decían para hacer justicia.

No les importaba mucho la mujer. Lo que importa a los fariseos y a los escribas es qué es lo que Jesús dice. Aquel que pretende ser hijo de Dios, aquel que se hace como Dios, aquel que es capaz de muchas cosas.

¿Qué posición ahora tiene? Jesús escribía. Pero como existían tantos, se enderezó y les dijo. Vean, aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.

Tú y yo, ¿tenemos el derecho de juzgar? Tú y yo, ¿tenemos el derecho de condenar? Tú y yo, si somos pecadores, ¿tenemos derecho de absorber? Al oír estas palabras, todos se retiraron uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer que permanecía allí e incorporándose le preguntó. Mujer, ¿dónde están tus acusadores? Nadie te ha condenado.

 Todos han entrado en conciencia de que no son capaces de aquello. Ella respondió. Nadie, Señor.

 Yo tampoco te condeno, le dice Jesús. Vete, no peques más en adelante. ¿Quién es Dios? ¿Quién es Jesús? Aquel que ama, aquel que perdona, aquel que llama a la conversión, aquel que no te juzga.

Y si eso lo hace contigo y conmigo, lo hace con los demás. Si lo hace con esta mujer, pecadora, infraganti, y lo hace contigo, ¿no lo hará con los demás? ¿Cuál es el nombre de Dios? ¿Soy el que soy? ¿Cuál es el apellido de Dios? Bondadoso y misericordioso. Mirando a Jesús, miramos a Dios.

Jesús misericordia, amor y perdón

Mirando a Jesús, miramos la misericordia, el amor y el perdón. Mirando a Jesús, también en la cruz, miramos el infinito amor que Dios tiene por la humanidad. Mirando a Dios, mirando a Jesús, miramos a los demás.

Conversión, tiempo de Cuaresma, no es otra cosa que, si no, abrirse al amor de Dios y abrirse hacia los hermanos. Tomando modelo de Jesús, perdonando, amando, siendo solidario. Mirando que el otro existe, no sólo yo.

Si esto, hermano, lo hiciéramos, miren cuánto cambiará el mundo. Por eso, es muy lindo que hoy, quinto domingo de Cuaresma, esté dedicado a la solidaridad a los hermanos. Hemos invitado ya, que justamente este domingo, la colecta que vamos a hacer en todas las parroquias comunidades, las destinaremos a obra social, también aquí, que en concreto, vive y actúa en nuestro mundo, en nuestra Arquidiócesis, en nuestra Iglesia, en nuestra sociedad.

Qué fundamental es mirar con los ojos de Dios a los demás. Qué fundamental es amar a los demás con el amor de Dios. Qué fundamental es que nosotros, recibiendo la vida y el perdón, seamos capaces de transmitir vida y obras buenas de vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas, les invito pues entonces a que, acogiendo esta palabra, acogiendo la invitación de Dios, acogiendo la invitación de la iglesia también, en este domingo de solidaridad, podamos también tener estos actos concretos de esta colecta de solidaridad, porque queremos ser de verdad también peregrinos de la esperanza.

Amén

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