MONS. OSCAR APARICIO: EL AÑO JUBILAR DE LA ESPERANZA TRAE EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN

 



…un año jubilar, que trae la conversión, la justicia, el amor, que trae la posibilidad de perdonarnos y reconciliarnos, que trae la posibilidad de reconocernos como hijos e hijas de un único Padre, que somos hermanos, así como Jesús mismo nos lo propone. Nos hace y nos capacita como Iglesia a ser signo real y verdadero en medio de nuestro mundo, de esta justicia, de esta paz y de la esperanza, de esta manera se refirió Mons. Oscar Aparicio al Año Jubilar de la esperanza que fue aperturado el día de ayer lunes 20 de enero en la Catedral Metropolitana de Cochabamba.

 Somos, por tanto, portadores de esperanza. Por eso el lema mismo, que habla justamente de ser peregrinos de la esperanza, tiene un sentido también enorme. Y aunque nuestro peregrinaje ha sido corto, aunque lleno también de lluvia, aunque ciertamente la lluvia que empapa la tierra, que moja, hace dar fruto, ciertamente, dijo a decenas de fieles católicos que participaron de esta celebración de la Iglesia Católica.

 Por tanto, es un año bello, un año jubilar, que trae la conversión, la justicia, el amor, que trae la posibilidad de perdonarnos y reconciliarnos, que trae la posibilidad de reconocernos como hijos e hijas de un único Padre, que somos hermanos, así como Jesús mismo nos lo propone. Nos hace y nos capacita como Iglesia a ser signo real y verdadero en medio de nuestro mundo, de esta justicia, de esta paz y de la esperanza. Casi que podríamos traducir que este año jubilar de la esperanza es el año también de la paz, es el año del anuncio de la reconciliación, es el año de la conversión, es el año en que nosotros, creyentes, peregrinos de esperanza, creyentes del Señor y Iglesia en Cochabamba, anunciamos y pedimos que esto se espere en este mundo, dijo el Prelado.

                                                          HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

APERTURA DEL AÑO JUBILAR DE LA ESPERANZA

 

Muy amados hermanos y hermanas, en esta apertura del Año Jubilar que nos ponemos en sintonía y en comunión con la Iglesia Universal, con el Papa Francisco, queremos inaugurar ciertamente con este sentido profundo en nuestra Arquidiócesis de comunión de aquellos que han recibido al Salvador, al Señor Jesús, que lo tienen en el corazón y lo quieren anunciar a los demás. En realidad, si ustedes han escuchado la Bula, concretamente dice que la esperanza nace del corazón del amor de Jesús. Por tanto, lo que esperamos es que este amor, esta realidad de Jesús, de Dios presente en este mundo, pueda llegar a cada uno de nosotros, que inflame nuestro corazón y que nos haga también aclamar y ser testigos de aquello que nosotros también queremos anunciar a los demás aquí, en medio de nuestra realidad, de nuestras familias, de nuestras comunidades, en nuestra Iglesia, de los que están dentro de la Iglesia y aquellos alejados también de la Iglesia.

 Somos Portadores de esperanza

 Somos, por tanto, portadores de esperanza. Por eso el lema mismo, que habla justamente de ser peregrinos de la esperanza, tiene un sentido también enorme. Y aunque nuestro peregrinaje ha sido corto, aunque lleno también de lluvia, aunque ciertamente la lluvia que empapa la tierra, que moja, hace dar fruto, ciertamente.

Sin embargo, en este significado, aunque pequeño, estamos diciendo justamente esto. Somos peregrinos de la esperanza. Caminamos en este mundo como aquellos que viven la esperanza, viven el amor de Dios y además que también lo extienden por todo el mundo o nuestro pequeño mundo en el que vivimos nosotros, en nuestra realidad.

 Por tanto, es un año bello, un año jubilar, que trae la conversión, la justicia, el amor, que trae la posibilidad de perdonarnos y reconciliarnos, que trae la posibilidad de reconocernos como hijos e hijas de un único Padre, que somos hermanos, así como Jesús mismo nos lo propone. Nos hace y nos capacita como Iglesia a ser signo real y verdadero en medio de nuestro mundo, de esta justicia, de esta paz y de la esperanza. Casi que podríamos traducir que este año jubilar de la esperanza es el año también de la paz, es el año del anuncio de la reconciliación, es el año de la conversión, es el año en que nosotros, creyentes, peregrinos de esperanza, creyentes del Señor y Iglesia en Cochabamba, anunciamos y pedimos que esto se espere en este mundo.

 Un mundo que se debate en tantas situaciones de dificultad, de contrariedades, de guerra, de injusticias, de muerte, de violencia, de desentendimiento muchas veces entre nosotros mismos. Que de verdad nuestro anuncio llegue a todas nuestras esferas también de nuestra sociedad. Y vean que lo hemos hecho en este día muy particular, a propósito, porque hoy celebramos la festividad o la memoria de San Sebastián el mártir.

Derramar sangre por amor a Jesucristo

 Por eso aquí la imagen que nos preside, creo que es una imagen bella también de este testimonio, de este dar la vida, de derramar la sangre por amor a Jesucristo y por amor a los hermanos que esperan esta salvación. Por eso con nuestro patrono San Sebastián, nuestro patrono de la arquidiócesis de nuestra catedral, que sea también que en comunión nosotros podemos ser al igual que él testigos de este amor, que lo que esperamos es que se haga realidad en este mundo aquello que nos viene a anunciar Jesucristo, que su presencia sea real y verdadera. No se nos invita a ser mártires, se nos invita a ser testigos que derraman o dan la vida por esta Iglesia, por esta sociedad, por esta humanidad. Por tanto al estilo de San Sebastián, que sea también nuestro testimonio y nuestro caminar, porque aquí se trata de esto. Queremos caminar en medio de este Iglesia, en medio de esta sociedad, en medio de este mundo, junto a San Sebastián, junto a Jesucristo. Y vean que la Bula también hablaba del Espíritu Santo, junto a Dios.

 Es el Espíritu que nos ilumina, es el Espíritu que inflama nuestros corazones, es el Espíritu que nos guía, es el Espíritu que nos da la luz por donde caminar. Vean hermanos, este año jubilar, yo creo que nuestro camino también de Iglesia nos está trayendo algo fundamental. El cómo podemos vivir, ser creyentes cristianos, testigos en medio de Cochabamba.

 Nuestras prioridades fundamentales

 Por eso que bien que nos ha venido nuestro Sínodo Arquidiocesano. Hemos tenido la Asamblea, la hemos vivido a profundidad. Hemos podido compartir nuestros sueños, nuestros anhelos.

 Hemos sacado prioridades fundamentales y queremos que estas prioridades, este nuestro Caminar Arquidiocesano, estas líneas de acción, nos guíen profundamente en cómo vamos a vivir este año jubilar. En esta nuestra Iglesia, en esta nuestra Cochabamba, en todos estos sectores que también son aquellos que están esperando propiamente nuestro anuncio, nuestro testimonio. Les invito entonces hermanos como Iglesia que de verdad tomemos en serio este Camino Arquidiocesano de la Sinodalidad.

 Que estas prioridades de la familia, de los jóvenes, de los desamparados, de renovar profundamente a través del Espíritu aquello que sea nuestro ser cristiano. Somos una Iglesia peregrina en este mundo, en Cochabamba. Somos los peregrinos de la esperanza en Cochabamba, ayudados del Espíritu y ayudándonos entre nosotros para no sólo caminar juntos, no sólo orar juntos, no sólo celebrar juntos, sino testimoniar justamente en aquellas prioridades que queremos nosotros destacarlas en este año.

Apertura de otras Puertas Santas

Vean que tenemos un arduo camino, bello camino, apasionante camino que nos viene justamente en auxilio este año jubilar. Damos entonces por aperturado este año jubilar entre nosotros. Damos por también oficialmente inaugurada esta Puerta Santa en nuestra Catedral, pero también después queremos abrir otras Puertas Santas en la Parroquia de Quillacollo, San Ildefonso, el Santuario de Nuestra Mamita de Urcupiña. La queremos también inaugurar en Sacaba, el Santuario de Sacaba. Y también en Arani. Lo iremos haciendo el 2 de febrero, el 9 de febrero y el 22 de febrero.

 Aperturando estas Puertas Santas para que todos, tantos en estos puntos, digamos así, cardinales de nuestra Arquidiócesis, podamos también caminar con estas líneas el modo de cómo nosotros vamos a ser Iglesia en este año y también en el futuro. Les invito pues entonces, hermanos, a que no sólo se trata de recibir las indulgencias, no sólo se trata de entrar por esta Puerta para encontrar la reconciliación y el amor, sino para que nuestra misión sea también una realidad. Porque definitivamente, si somos nosotros llamados a ser discípulos misioneros del Señor, discípulos apóstoles del Señor, estamos justamente hablando de lo que somos nosotros y de nuestra misión, que es justamente el regalo de Jesús que nos da, el que nos hace participar de su bautizo, porque somos bautizados discípulos, y el que nos regala su misión para ser testigos anunciadores de esta esperanza en medio de un mundo que sí lo está esperando ansiosamente.

 


Amén.

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