Con una Eucaristía, celebrada en la Catedral Metropolitana,
el Consejo de laicos de la Iglesia de
Cochabamba celebró su día. La celebración fue presidida por P. Manuel Hurtado, Presidente
de la Facultad de Teología “San Pablo”.
P. Manuel Hurtado destacó durante la alocución
de su homilía que lo que debemos
contemplar hoy día es simplemente que se trata de escuchar la voz de la verdad.
Jesús concluye su diálogo con Pilato diciendo, todo el que es de la verdad
escucha mi voz. Escuchar la voz de Jesús implica abrirnos a su palabra,
dejarnos interpelar y actuar. Y hoy, más que nunca, me parece que necesitamos
laicos que sean testigos de la verdad en el mundo, en un mundo lleno de
relativismos y falsas seguridades. Pero esa verdad, fíjense bien, esa verdad no
es un dogma frío, sino esa verdad es una persona. Jesucristo mismo.
¿Qué significa esto para los laicos? Que
ustedes no son meros colaboradores. Ustedes no son meros colaboradores de la
jerarquía, sino que ustedes son protagonistas indispensables. Y en palabras de
la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, ustedes son llamados a ser, como lo
dice el Evangelio, sal de la tierra y luz del mundo. Llevando la fuerza del
Evangelio adonde los ministros no pueden llegar. Adonde los ministros ordenados
no pueden llegar. El reino de Cristo se construye en los gestos, pero sobre
todo en los gestos de todos los días, en los gestos cotidianos, acotó.
El trabajo honesto, el compromiso con la
justicia, el cuidado de los pobres, el cuidado de la creación de la casa común,
en la promoción de la dignidad humana y en el testimonio alegre de la fe.
Ustedes son el corazón palpitante del mundo, así lo dice el Vaticano II. Los
laicos son el corazón palpitante del mundo, resaltó.
HOMILÍA DE P. MANUEL URTADO
DÍA DEL LAICO
CATEDRAL METROPOLITANA DE COCHABAMBA
Hoy celebramos la solemnidad de nuestro Señor
Jesucristo, Rey del Universo, una fiesta que cierra el Año Litúrgico y nos
invita a contemplar el destino, el destino último de toda la creación. El
destino último de toda la creación es el reino de Dios, ahí vamos. Coincide
este día de manera providencial y querida también por el Papa, con la
celebración del Día del Laico, la Jornada Mundial del Laico. Y esto es un
recordatorio de la vocación y misión fundamental de los que están presentes en
esta Catedral, de ustedes, los laicos, todos nosotros los fieles, pero
especialmente ustedes los laicos. Y esto en el corazón mismo de la iglesia y
del mundo.
Lo primero que tenemos que contemplar en este
día, me parece que se nos está hablando,
como ya se nos ha dicho al inicio de la Eucaristía, se nos está hablando de un rey diferente. La
diferencia está en que es un servidor y es un testigo de la verdad. En el
Evangelio de hoy, Jesús dialoga con Pilato y redefine el concepto de realeza. Pilato,
atrapado en las categorías, en las maneras de pensar del poder terrenal,
pregunta con bastante escepticismo a Jesús. ¿Eres tú el rey de los judíos? Y
Jesús, con una claridad sorprendente, responde, mi reino no es de este mundo.
No es un reino construido sobre violencia, tampoco sobre la dominación y menos
aún sobre los intereses egoístas. Es un reino que nace del testimonio de la
verdad, de la justicia, del amor y de la paz. El reino de Cristo, ahí está lo
importante, el reino de Cristo no se impone, el reino de Cristo no se obliga,
sino que el reino de Cristo se ofrece. No somete el reino de Cristo, sino que
libera.
Y como nos recuerda la visión del profeta
Daniel que hemos escuchado en la primera lectura, Cristo, el Hijo del Hombre,
recibe del Padre un reino eterno. Pero este reino no es conquistado por la
fuerza, sino recibido como un don del amor divino, como un don del amor de
Dios. La segunda cosa que hay que considerar y contemplar hoy día, es que se
trata de un reino compartido.
Sacerdotes para Dios y el mundo.
Todos ustedes, los laicos, son sacerdotes para
Dios y para el mundo, desde la vocación primera, desde el Bautizo. San Juan, en
el libro del Apocalipsis, nos revela algo asombroso. Jesucristo, el Rey del
Universo, nos ha hecho un reino de sacerdotes para su Dios, para su Dios y
Padre. Y esto incluye a todos los bautizados, laicos y consagrados. La realeza
de Cristo no se encierra en su persona. Nos invita a participar en él. Y cada
uno de nosotros, todos, estamos llamados a reflejar esta realeza a través del
servicio, el testimonio y la construcción del Rey. A todos ustedes, los laicos
que están presentes aquí, están en el centro de esta misión. Y son ustedes los
que están en el centro de la misión. Y como dice el mismo Papa Francisco en Evangelii
Gaudium, los laicos son simplemente la vasta mayoría del pueblo de Dios. A su
servicio está una minoría, los ministros ordenados.
Esto no significa menor dignidad para los
ministros, sino que destaca la importancia esencial de los laicos en llevar el
reino de Cristo al mundo cotidiano. Y esa es la misión, llevar el reino de
Cristo al mundo de todos los días, sus familias, sus trabajos, sus comunidades.
La tercera cosa que me parece importante contemplar en este día es la vocación
laical en una iglesia sinodal.
Estamos viviendo un tiempo apasionante en la
iglesia. Creo que muy lindo en muchos sentidos, porque estamos marcados por el
espíritu del sínodo. El Papa Francisco nos llama a ser una iglesia de comunión,
participación y misión.
¿Qué significa esto para los laicos? Que
ustedes no son meros colaboradores. Ustedes no son meros colaboradores de la
jerarquía, sino que ustedes son protagonistas indispensables. Y en palabras de
la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, ustedes son llamados a ser, como lo
dice el Evangelio, sal de la tierra y luz del mundo. Llevando la fuerza del
Evangelio adonde los ministros no pueden llegar. Adonde los ministros ordenados
no pueden llegar. El reino de Cristo se construye en los gestos, pero sobre
todo en los gestos de todos los días, en los gestos cotidianos.
El trabajo honesto, el compromiso con la
justicia, el cuidado de los pobres, el cuidado de la creación de la casa común,
en la promoción de la dignidad humana y en el testimonio alegre de la fe.
Ustedes son el corazón palpitante del mundo, así lo dice el Vaticano II. Los
laicos son el corazón palpitante del mundo.
En cuarto lugar, lo que debemos contemplar hoy
día es simplemente que se trata de escuchar la voz de la verdad. Jesús concluye
su diálogo con Pilato diciendo, todo el que es de la verdad escucha mi voz.
Escuchar la voz de Jesús implica abrirnos a su palabra, dejarnos interpelar y
actuar. Y hoy, más que nunca, me parece que necesitamos laicos que sean
testigos de la verdad en el mundo, en un mundo lleno de relativismos y falsas
seguridades. Pero esa verdad, fíjense bien, esa verdad no es un dogma frío,
sino esa verdad es una persona. Jesucristo mismo.
Por lo tanto, testimoniarlo significa vivir
como Él vivió, procurando amar sin límites y perdonando incluso, como nos dice
el Evangelio, a los enemigos. Y yo concluyo diciendo que construir el reino se
trata de hacerlo aquí y ahora. No tenemos que esperar.
Celebramos hoy a Cristo Rey, renovando nuestro
compromiso con su reino. Y para ustedes laicos, laicas, esto significa ser
misioneros en su vida cotidiana, en el barrio, en el trabajo, en la familia. No
se trata de hacer grandes gestos heroicos, sino de pequeñas acciones hechas con
amor y fidelidad.
En palabras de Oscar Romero, San Oscar Romero,
no todos podemos hacer cosas grandes, pero podemos hacer cosas pequeñas con
gran amor. Que esta solemnidad y este día de laico sean una oportunidad para
renovar nuestra esperanza en el reino que no tendrá fin, como rezamos en el
símbolo, en el credo. Este reino que comenzamos a construir aquí y ahora, y que
nuestra guía sea siempre Cristo, el Rey que reina desde la cruz, el Señor que
nos llama a amar y servir.
Amén.
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