MONS. OSCAR APARICIO: BIENAVENTURADOS LOS QUE SE PREOCUPAN POR EL BIEN DE LOS DEMÁS

 


Vivir una cultura de paz, no de odio, de violencia, de confrontación, no de interés sólo personalísimo, sino más bien una búsqueda total por esta paz que pueda reinar también en medio de nuestras familias, de nuestra comunidad, de nuestra sociedad, de nuestra querida Cochabamba y de nuestra querida Bolivia. Pidamos por tanto al Señor que sea capaz, o que mejor dicho, que aquellos que tienen el corazón encerrado en sí mismo, que no ven más allá de sus narices, que a aquellos les conceda el espíritu y un llamado fuerte a poder participar de ser también estos felices, bienaventurados y que se preocupan del bien de todos los demás. Aprovechando por tanto esta festividad de todos los altos, pedimos a ellos que intercedan por nosotros por la paz en el mundo, este fue el llamado que hizo el Arzobispo de Cochabamba, Mons. Oscar Aparicio, durante su homilía en la eucaristía por la Fiesta de Todos los Santos.

 Pidamos también a nuestros fieles difuntos, a nuestros seres queridos que los conocemos con nombre y apellido, que se odien por nosotros y nos ayuden a conquistar la paz. Y pidamos por nosotros para que de verdad este espíritu de paz, de preocupación de los demás, también sea un trabajo continuo de nosotros mismos para que esto sea una realidad posible en medio nuestro que al fin y al cabo es también la presencia de Dios y de la santidad presente en este mundo, exhortó el Prelado al referirse a la situación difícil que se vivie en Bolivia.

  HOMILÍA DE MONS. OSCAR APARICIO

ARZOBISPO DE COCHABAMBA

VIERNES 1 DE NOVIEMBRE 2024

 

Hoy esta festividad evoca no sólo a los Santos y Santas canonizados, reconocidos por la Iglesia y llevados justamente al altar, sino se trata en realidad también de la vocación a la que estamos llamados también nosotros. Es decir, la vocación común que tiene el ser humano es justamente la vocación a la santidad, siendo hijos e hijas de Dios, lo que aparece ya también en la segunda lectura, cuando San Juan la Selección, justamente que se nos ha dado esta capacidad de reconocer a Dios como papá. Lo podemos llamar Padre. Y por tanto, si lo llamamos Padre, tenemos un linaje. Y al tener este linaje también estamos llamados a vivir como él y participar de su gloria. Por tanto, aunque podamos decir que aquella frase que también lo dice en el Evangelio, serán ustedes considerados como dioses, viene a ser siempre una realidad.

 

Llamados a la Santidad

 Pero también, repito, para la humanidad entera, no sólo aquellos que han sido elevados por la Iglesia a los altares. Vean que la primera lectura hace mención de esto. Ciento cuarenta y cuatro mil, no es que son contados uno a uno, sino más bien es un número simbólico. Es el múltiplo de doce. El doce bíblicamente significa la totalidad. Las doce tribus de Israel, los doce discípulos elegidos del nuevo pueblo de Dios. Decir la totalidad. Lo mismo cuando hablamos en el Antiguo Testamento de todo el Israel, hablamos de las doce tribus. Cuando hablamos del llamado que Dios hace a aquellos que los constituye después como sus discípulos y apóstoles, los constituye miembros, las columnas, diríamos así, del nuevo pueblo de Dios, de la nueva Iglesia, está refiriéndose a toda la Iglesia.

 Por tanto, quienes están llamados a la santidad, a quienes se les otorga la vocación de la santidad, el camino de santidad es justamente hacia todo ser humano. Evidentemente, si hay alguien que no lo quiere porque Dios deja en la libertad de las personas, puede no entrar dentro de este número de llamados, pero es propiamente a toda la humanidad, a todo ser humano, a ti, a ti y a mí, que nos llama justamente a tener este itinerario de fe. Y vean que cuando Jesús menciona en el sermón de la montaña, frente a toda esta multitud y a sus discípulos, felices ustedes, está dirigiéndose a cada uno de nosotros y a todos, a todos.

 Por tanto, en esta festividad que estamos celebrando, diríamos así, la Festividad de todos los Santos reunidos en un solo día, no particularmente en cada ocasión, sino reunidos, reunidas, todos estamos incluidos también, nosotros que hacemos este camino de santidad. Y esto está muy ligado a lo que celebra la Iglesia también el día de mañana, los fieles difuntos. Hay una intimidad total entre el primero de noviembre, que es la fiesta dedicada a todos los santos, y la festividad del 2 de noviembre, ligada justamente a los fieles difuntos. Significa, por tanto, en este itinerario de fe que hemos tenido, o en la gloria y en la participación de la gloria de Dios, o en la gloria de Dios, estamos celebrando también entonces a estos seres queridos nuestros, que nos han anticipado, y futuramente también será de nosotros. Cuando hablamos, por tanto, de los fieles difuntos, hablamos de la santidad. Cuando hablamos de la gloria, de la participación en la gloria de Dios, hablamos no sólo del linaje que tenemos en la paternidad o de la paternidad de Dios, o en la participación de la gloria de Dios, hablamos justamente también de esta participación y este itinerario de la santidad de todos nosotros.

 

Por tanto, nuestros fieles difuntos, nuestros queridos fieles difuntos, así se les podemos llamar, nuestros seres queridos que ya gozan de la casa de Dios, que gozan de la presencia de Dios, no sólo se convierten en los custodios nuestros, sino han tenido este itinerario. Podemos decir que son aquellos que el Señor les dice felices ustedes, y que se los invita a nosotros a entrar en este mismo espíritu, en esta misma sintonía. Vean qué fuerza tienen estas bienaventuranzas, bienaventurados ustedes, felices ustedes, que están llamados a esto. Y cuánta fuerza hoy día, en concreto, resulta este llamado justamente, aquellos que son que trabajan por la paz. Entre todas estas menciones dicen, felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Ojalá que este espíritu nos venga a todos en este momento tan particular en el que estamos viviendo.

 

Bienaventurados los que se preocupan por el bien de los demás

 

Vivir una cultura de paz, no de odio, de violencia, de confrontación, no de interés sólo personalísimo, sino más bien una búsqueda total por esta paz que pueda reinar también en medio de nuestras familias, de nuestra comunidad, de nuestra sociedad, de nuestra querida Cochabamba y de nuestra querida Bolivia. Pidamos por tanto al Señor que sea capaz, o que mejor dicho, que aquellos que tienen el corazón encerrado en sí mismo, que no ven más allá de sus narices, que a aquellos les conceda el espíritu y un llamado fuerte a poder participar de ser también estos felices, bienaventurados y que se preocupan del bien de todos los demás. Aprovechando por tanto esta festividad de todos los altos, pedimos a ellos que intercedan por nosotros por la paz en el mundo.

 

Pidamos también a nuestros fieles difuntos, a nuestros seres queridos que los conocemos con nombre y apellido, que se odien por nosotros y nos ayuden a conquistar la paz. Y pidamos por nosotros para que de verdad este espíritu de paz, de preocupación de los demás, también sea un trabajo continuo de nosotros mismos para que esto sea una realidad posible en medio nuestro que al fin y al cabo es también la presencia de Dios y de la santidad presente en este mundo. Amén.

  

Comentarios